27.10.08

man in black 7 (secuestro en jamaica 2)

June empezó a perder los nervios, o a actuar como si así fuera, cuando se pusieron a quitarnos las joyas y relojes. Se sentó y dijo que le dolía el pecho, que estaba enferma del corazón. Creo que fue en ese momento cuando el que llevaba el revolver tomó por los pies al joven Doug Caldwell, le puso el arma en la cabeza, y dijo: "¡Hagan lo que les digo o John Carter morirá!".

Dos dudas me agarraron. Primero, ¿debía decirles que no era John Carter a quien tenían encañonado? No tenía la más mínima idea de cómo manejar la situación. Segundo, ¿era un revólver de verdad? Lo miré directamente por primera vez y no pude saberlo. Sé de armas -crecí con ellas, y llegué a tener cientas- pero esa pieza no me resultaba familiar.

La cuestión quedó sin solucionar en ese momento. Tuve que asumir que el arma era real y que el tipo la usaría si lo sobresaltábamos. Entonces la primera duda se resolvió por sí sola. Cuando se nos ordenó que nos levantásemos para empezar la segunda fase del asalto, el que llevaba el arma miró a John Carter y se percató de su error. Echó a Doug a un lado, tomó a mi hijo y apuntó el revolver a su cabeza.

Fue bajo estas condiciones que iniciamos el trabajo de verdad, yendo de habitación en habitación y entregando nuetros objetos de valor a esos novatos asustados y cargados de adrenalina. "Y yonquis", pensaba yo, que sabía mucho más de adicción de lo que aún hoy sé de armas.

Pasamos las dos horas siguientes transitando por la casa, con uno de ellos apuntando a la cabeza de John Carter mientras los otros revisaban nuestras pertenencias.

Fueron cuidadosos e incluso aseados. No dejaron lugar el lugar patas para arriba como hubieran hecho unos profesionales. Al principio se habían comportado con rudeza, particularmente con las mujeres, empujando a Reba hasta que ésta quedó absolutamente aterrorizada y Chuck peligrosamente enojado. El del hacha agarró a June tan brutalmente que le arrancó un mechón del pelo. Pero cuando finalmente llegamos al dormitorio principal se habían relajado. Incluso llegaron a entablar conversación con nosotros, preguntándonos cuánto tiempo íbamos a quedarnos esta Navidad y demás. Desde el principio me había dirigido a ellos con calma y les había dicho la verdad acerca de la ubicación de las cosas de valor, y eso jugaba a mi favor: ahora ellos me llamaban señor. Llegó un momento en que le pedí al que iba armado: "Te pido por favor que retires el arma de la cabeza de mi hijo". Y aunque no lo hizo, el mensaje en su respuesta fue claro: "No se preocupe por eso, señor".

Pero en la habitación las cosas se volvieron más extrañas.

(continuará...)

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Y después? dale, quiero saber como sigue...

no sé, pero no creo que le hayan dado una golpiza en la habitación. Uno nunca sabe...

bueno, un abrazo jm

Mati C.