24.5.12

perfil de un naúfrago desolado


La historia, por repetida, no es menos mítica. Tanguito balbucea versos rotos en un baño de La Perla de Once (“Estoy muy solo en este mundo de mierda”), pero no sabe cómo continuarlos. Le pide ayuda a Litto Nebbia, que se entusiasma y vuelve al día siguiente con la tarea terminada. Así, en las sombras y sin pompa, nace “La balsa”, el primer himno del rock nacional. Pero también uno de sus más grandes equívocos: por ignorancia o malicia muchos acusaron a Litto de haberle robado el tema a Tanguito. “Esa leyenda negra acerca de que Nebbia le robó ‘La balsa’ es absurda y mentirosa”, dijo hace un tiempo Javier Martínez. Y Moris, otro cuevero, detalló: “El principio es de Tango, pero el puente ‘tengo que conseguir mucha madera’ es claramente de Litto. Tango no sabía hacer eso, no dominaba la bossanova”. Por suerte, hoy son pocos los que dudan de la honestidad de Nebbia. Pero en cambio, ya son demasiados los que por reacción al equívoco anterior a veces dudan del talento –distinto, de otro orden, pero innegable– de José Alberto Iglesias. Porque así como Tango Feroz –aquel blockbuster del ’93 con Fernán Mirás y Cecilia Dopazo– trastabilló al retratar un Tanguito irreverente, líder y ganador (cuando en realidad era tímido, perdedor y alucinado), también erraron quienes pasaron a ver en Ramses VII (otro de sus tantos seudónimos) apenas un mito exagerado. Nada más falso. Adelantadísimo a su tiempo, el don de Tanguito no era la composición preciosista sino el folk descarnado y el divague a prueba de solemnidades, con más picardía que destreza, como lo demuestran su disco póstumo y las recientes grabaciones inéditas encontradas. Curioso: con el auge de la composición a fogón que vivió en los últimos años la escena porteña (de Pablo Dacal a Pablo Grinjot o Coiffeur), es probable que la figura de Tanguito hubiera brillado bastante más hoy que en tiempos de La Cueva.

(columna publicada en Tiempo Argentino, a 40 años de la muerte de Tanguito)

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