30.8.11

Bueno, 84 a 52. A Paraguay. Un paseo a simple vista. Pero no tan sencillo. O sea, sí: Argentina sacó una diferencia de 15 o 20 puntos en el primer cuarto y eso le resolvió el juego para el resto del partido. Scola estuvo sólido, Jasen confirmó que es un gran alero que por demasiado tiempo estuvo afuera de este gran equipo y Quintero volvió a su habitual cosecha de puntos. 19 puntos para terminar como el máximo goleador del partido. Pero guarda: la defensa interna de Argentina no mostró la solidez que debería haber mostrado. Un poco porque la pareja de pivotes Scola-Juan Gutierrez es inédita como titular y Martín Leiva, el inmediato reemplazante es un novato en este equipo. Y otro poco porque esta selección -lo sé- siempre juega mejor cuando la exigen que cuando juega con equipos notoriamente inferiores. Estoy seguro que irá mejorando con el correr de los partidos. Estos muchachos, ya veteranos, son así. Terminan de despertarse cuando hay que demostrar por qué son los mejores y porque se los nombra la Generación Dorada. HOy un venezolano con el que comparto habitación en el hostel (sí, me vine a Mar del Plata a despedir la Selección que sigo desde hace casi diez años y me hizo más feliz que ningún otra Selección del país) me preguntó por qué justamente le decían la generación dorada. Y le expliqué: porque le sacaron el invicto al Dream Team en el Mundial de USa 2002, porque ganaron la medalla dorada en Grecia 2004, porque ratificaron su lugar entre los grandes saliendo terceros con Ginóbili y Nocioni lesionados en los JJ.OO de Pekin 2008 y porque aún en sus derrotas demostraron que son gigantes, el grupo humano más sólido y milagroso que jamás conocí, con derrotas fatídicas pero honrosas como ese famoso tiro errado de Nocioni a segundos del final contra España o ese foul no cobrado a Sconochini contra Yoguslavia en la final del Mundial del 2002 que nos robó el título de manera escandalosa y clara. Nada de eso los hizo separarse, sin embargo. O tirar la toalla. Con cada traspié el equipo se hizo más fuerte y logró algo mayor, ya sea en títulos o en momentos emotivos, que a veces cuentan aún más que los campeonatos o copas. Todo esto le expliqué al venezolano --de una manera más coloquial y resumida, claro-- y él me devolvió una sonrisa, como entendiendo hasta donde llegaba mi cariño por este equipo que ahora tenemos oportunidad de despedir en nuestra propia tierra. Mañana jugamos contra Uruguay y aquí estaré otra vez contando un poco las visicitudes del juego, además de contarles algunas cosas que me pasaron apenas llegué a Mar del Plata en esto que he dado en llamar Diario de un viaje de despedida. Chau, hasta mañana.

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