9.2.08

la fe del clínico

En un momento te das cuenta de que todo se reduce a tener una buena meta y comer bien. Bueno, también a no autoengañarse.

Esto último es importante.

Al principio, duele. Pero después, si tomás las medidas adecuadas, experimentás un renacimiento que ni te cuento.

Conocí bastante gente que valora el autoengaño. Dice cosas como: "Si no puedo cambiar un problema, cambio de conversación".

Es muy buena esa frase. Ingeniosa. No lo niego.

Pero a la larga no funciona. Cuando volvés a equivocarte con lo mismo te surje un malestar que es muy degradante. ¡Hay que ser muy necio para no darle bola tampoco a eso!

Porque vos podés mentirte toda la vida. Pero en cuanto tropezás con la misma piedra, te acordás. "Esto es lo que yo siempre digo que esta bién. Que no pasa nada... Y mirá ahora, otra vez... ¡La puta madre!". Y ahí querés matarte el doble. Por la piedra y por la repetición.

Lo digo por que me pasó. No se crean.

Por eso reivindico la autocrítica.

Cuando llegas a fondo y comprendés el famoso quid de la cuestión y cómo te compete eso, sentís un alivio raro. No resuelve el problema. Pero por lo menos salís de víctima. Ser víctima no trae paz, se los aseguro.

En cambio si antes al menos intentaste cambiar ese patrón, ese problema que se repite, después -si volvés a caer- sólo te duele la piedra.

Lo cual no es poco.

Por lo menos para mí.

Hoy vi al clínico que me recomendó la cardióloga. Se llama Rocha. Me dijo que estoy sano. Pero que haga más actividad física, eso sí. Me preguntó si tenía una ocupación sedentaria.

Le respondí que sí.

-Entonces hacé ejercicio. Un poco nomás. Nadie dice que te mates en el gimnasio

Le prometí que seguiría su consejo.

-Te tomo la palabra.

Y se sacó los anteojos y anotó la prescripción en mi historia clínica. Era joven, de unos treinta y pico de años, y alto. Hablaba de forma pausada, pero firme.

Tenía ganas de verlo a Rocha. La cardióloga me lo recomendó con tanto énfasis, me insistió tantas veces con que era muy bueno en lo que hacía, que pensé: "Bueno, más allá de saber cómo salieron mis estudios, quiero conocer a esta persona que cree tanto en lo que hace".

En serio. Eso fue lo que me hizo ir.

Porque no se trata de ser capaz. Se trata de creer.

Como Henry Miller.

O como los creyentes de los que hablaba en el otro post.

¿Qué importa si Dios existe o no? ¿Ustedes vieron cómo se comportan? ¿La humildad con que se manejan? ¿La paz? No hablo de los cruzados o los técnicos de la fe. Ni de los eruditos ni de los moralistas. Menos que menos de los fanáticos, los que están llenos de odio detrás del crucifijo.

Hablo de los que sencillamente creen. De verdad. Con los huesos y desde el pecho.

Los que no te cuestionan sino creés. Simplemente te miran y sienten culpan de que a vos no te pase lo mismo.

Son personas buenas. Y lo bueno es bello.

Mi tía Toti es así. Vive en San Juan. Y mi vieja nunca deja de llamarla cuando tiene un problema.

Ella no le da un sermón. Ni la reta porque tal vez no vaya seguido a misa.

Simplemente le promete que va a rezar por su problema.

Y eso es una diferencia. Les puedo asegurar.

Este Rocha también es un poco así. No porque sea creyente o nada de eso, sino porque cree en lo que hace.

¿Quién cree en los clínicos hoy? ¿Quién los valora en este mundo de la especialización? ¿Donde todos quieren lograr eso que los diferencie?

Rocha cree.

Me auscultó de arriba a bajo. Me hizo las preguntas de rigor. No dijo ninguna genialidad.

Pero fue grande.

Hizo lo suyo con cariño y dedicación.

Se preocupó.

Cuando nos despidimos me dio un apretón de manos y me dijo que pidiera turno para dentro de dos meses. Vestía un delantal blanco impecable y una lapicera de las de antes le asomaba por el bolsillo delantero.

Yo le dije que eso haría.

Y partí.

4 comentarios:

Cecilia Martínez Ruppel. dijo...

yo fui a la nutricionista hace meses y me dio una dieta. estaba medio anémica por no comer carne y no alimentarme bien. me dijo que haga actividad física porque, oh casualidad, yo también tengo un trabajo sedentario.
todavía está esperando que vuelva, pobrecita...

Jipi dijo...

Muy buena, Juan. Que buena sensación es cuando empezás a leer algo sin ganas y de repente no podés parar, y empezás a abrir mas los ojos y querés llegar a la última palabra. Eso me pasó. Un abrazo viejo.

Julia dijo...

aguante henry.

besossss cumpa!

Kluivert dijo...

Muy lindo, Juan :-)