8.4.08

Mientras los demás leen en voz alta vos me enseñás a chasquear los dedos. Así, ¿ves? Así. Yo te sigo, pero no es tan fácil, porque en un momento vos misma me agarrás la mano y me explicás. ¿Nunca nadie te enseñó? Se trata de frotar. De dejarse llevar, decís, pero no podés contener la risa. Y yo me acuerdo de Bogotá. De la combi que nos pasaba a buscar esas mañanas destempladas. De cómo cántabamos Tarzan Boy y nos perdíamos en esas rutas que se deshacían entre las montañas, la tierra caliente y la humedad. Por eso, si alguna vez tengo que recordarte, prefiero recordarte así: entre risas, enseñándome a chasquear los dedos. Afuera hace frío y la ciudad se llena de humo. A veces siento que todo es un gran malentendido.

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