10.6.05

al poco tiempo, el piso dejó de temblar

Ayer fui a ver Episodio 3 con mi hermano. “Ya que vimos juntos la 1 y la 2, también podríamos ver la 3, ¿no?”, me comentó hace unas semanas. A mí me gratificó su invitación porque él es fan de la saga y casi nunca vamos al cine juntos.

Nos citamos en Lavalle y Esmeralda y elegimos la función de las ocho y veinte en el Monumental. Por un plus de $1,70 te daban un paty con ensalada pero con mi hermano dejamos la promoción para después. “Pensá que a la salida vamos a tener más hambre y lo vamos a disfrutar el doble”, me dijo. Como llegamos temprano, conseguimos asientos en el medio. Tampoco es que hubiera tanta gente. Ya pasaron unas semanas del estreno, y la mayoría elige los complejos más modernos. Aunque para mí, el Monumental también tiene lo suyo. En los '90 lo remodelaron y lo dividieron en siete salas, todas grandes y de pantalla ancha. Las conozco bastante bien porque durante el secundario iba seguido después de clases. Me gustaba. Una vez lo había invitado a mi viejo a ver una de Michael Keaton (el que hizo Batman con Tim Burton) sobre un hombre que le informan que se va a morir de cáncer y decide grabarle a su hijo un vhs con su vida cotidiana: en el trabajo, en el centro comercial, con su amigos, o en el baño mientras se afeita. “Mi vida”, creo que se llamaba la película, y me acuerdo que un momento de la proyección el piso empezó a temblar. Al principio todos hacían como si nada. Pero te mirabas los pies y veías que daban unos saltitos que nadie les había ordenado. Era indisimulable: Buenos Aires temblaba. Y mucho. Una sensación de inquietud recorrió la sala. “Es el subte”, le susurré a mi viejo. “La línea B que pasa por debajo”. Él me miró con curiosidad. “Pasa cada dos o tres minutos —le dije al oído— pero se nota más cuando coincide con una escena dramática, esas que los personajes lloran porque se dan cuenta que ya no pueden cambiar lo que les duele en su vida”. Mi viejo asintió. “Claro”, dijo. “Entiendo”. Al poco tiempo, el piso dejó de temblar.

Ayer los jedis desenvainaban sus sables laser a full, Natalie Portman lloró a pleno por ese amor que se derrumbaba y las orejas de Yoda se entumecían hasta partirte el corazón. Pero del subte ni noticias. Al parecer, nos tocó una sala que está más arriba y no le afectan los temblores. Acompañé a mi mano hasta la parada del 59 y, antes de despedirnos, quedamos en ver Sin City cuando la estrenen. Tiene razón: a la salida, el paty con ensalada se disfrutó más.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Juaaan el que habia dicho que el pati con ensalada era mejor dejarlo para el finar eras vos y por eso el que tiene razon sos vos no tu hermano como dijiste al final

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lowfirocker dijo...

Tenés razón :)