29.12.13

Los amigos del suple Ni a Palos me pidieron un libro, un disco, una película y un sitio de internet para pasar el verano. Y esto les respondí. Gracias por el convite.


Un libro: Memorias del incendio, de Duhalde
El libro es del 2007, pero sirve releerlo este 30º aniversario democrático porque muestra que el kirchnerismo no salió de un repollo (o de una fantasiosa relación con los 70) sino del ninguneado pero clave peronismo antimenemista de los 90. El Grupo Calafate (que compartían Duhalde y NK), el MTA de Palacios y Moyano (que cuestionaba la convertibilidad), el PJ Bonaerense (en su populista acción política y social); todos horadaban silenciosamente desde el propio peronismo los basamentos económicos y espirituales de los 90, y NK fue su necesario resultante. El resto, como suele decirse, es verso.

Un disco: Los Espíritus, de Los Espíritus
Que todo lo que toca Maxi Prietto se convierte en oro ya lo sabemos desde hace varios años. Pero su encuentro con Los Espíritus, banda que formó con Santi Moraes, amigo de toda la vida, y otros varios músicos también proclives a la sensorialidad y al juego musical como él, no dejó de ser una sorpresa. Uno de esos discos que se recomienda, gana nuevos adeptos y se vuelve a recomendar. Un fluir de canciones que son puro disfrute de los sentidos. Y un reencuentro con el hacer musical desde su más pura esencia: el trance, el suspiro, la broma, la revelación.

Una película: Poesía para el alma, de Lee Chang-Dong
No hay que dejarse engañar por el título cursi de esta peli estrenada acá en 2011 pero disfrutable de ahí en más para siempre. El argumento es simple: una abuela, que se hace cargo de un nieto acusado de bullying extremo en el colegio, decide meterse en uno de esos talleres de poesía (en Corea también existen) para ver si finalmente logra escribir un poema antes de morir (y mientras hace horas extras atendiendo a un parapléjico abusador). Otra vez: parece cursi o tremebundo, pero no lo es. Sin subrayados, a ritmo parco, la peli nos va haciendo uno con esta abuela marcial que busca la Belleza en mayúscula y nos la encuentra unida a la verdad.

Algo de internet: http://www.elmoreleonard.com/
El mundo de Elmore Leonard (el Stephen King de la novela negra que perdimos este año) es muy amplio de tan prolífico que es. Y abarca desde western tempraneros, guiones y adaptaciones para innumerables películas, textos ensayísticos, y lo principal de su obra: decenas de novelas sobre la vida corriente de los outsiders del sueño americano: guardaespaldas, serenos, narcos de poca monta, policías descartados, killers aburridos, amantes de segunda. Todos retratados con muchísimo humor en su anti-épica cotidiana, en su moral anti-principista, al punto que tienta decir: nunca conocerá la contracara ética de EE.UU si nunca te topaste con un personaje de Leonard. Así, este sitio oficial es ideal porque permite inmiscuirse en sus libros con la pasión de un fan y la simpleza de un recién iniciado. Elmore para todos

(original para el suple Ni a Palos aquí)

28.12.13

mis hits 2013

Tarde pero presente, acá mi tradicional listita de canciones, las que me hicieron delirar la mente durante el año y que coinciden con las elegidas para La hora pulenta

La mina de huesos (Los Espíritus)
Rock and roll (Javi Punga)
Bomba (Reimon Starship y los Venusinos)
Fruta y chocolate (La Ola que quería ser Chau)
Saltar (El Otro Yo)
Amor al aire (Bochatón)
No le vendas drogas a tus amigos (Riphle)
El pueblo (107 faunos)
Fiat 600 (Carmen Sandiego)
Te quiero infinito (Valentín y los Volcanes)
Mi próxima vida (Antolín)
El día del abrigo (Los Totales)
Tigre y dragón (Digisagas)
Bull Lee (Los Japón)
Lo quiero mucho a ese muchacho (Bestia Bebé)
El eco llegó (¿lo escucharon?) (Las Liebres)
Todo lo que quiero en este momento, oh (Los Sub)

bonus:
Monos violetas (Bicho Bolita)
Sé lo que vos querés (Bicho Bolita y París Gatitos)
1000 higos (Perdedores Pop)

23.12.13

federico, el anzuelo

Hasta la irrupción a principios de los ochenta de Federico Moura como "cantante frívolo" (así era visto por el periodismo especializado más torpe) prácticamente no había fragilidad en los cantantes del rock nacional; en su mayoría demasiado serios y "profundos" como para dejarse tentar por ciertas superficies. Sí, teníamos la sensibilidad de Miguel Abuelo ("Oye niño" como esa baguala trans que sigue calando en los huesos) o la dulzura de Alejandro de Michele (trapito estoico de Pastoral). Pero esa languidez al borde del desmayo que el cantante de Virus supo desplegar en sus mejores momentos (de Relax a Superficies...; un perfecto cometa de placer) era inaudita. Es cierto: también había algo distante, por momentos misántropo, en esa fragilidad de ojos demasiado azules. Pero era una distancia que no nos dejaba fríos. No congelaba. Al revés: nos calentaba si nos dejábamos seducir por esa lascividad sin límite. Toda la discografía de Virus es un exhortación a liberarse, a desatar los cuerpos. Y la voz de Federico fue el anzuelo.


(columna original para la nota de Maby Sosa en Tiempo Argentino

19.12.13

el amor de un buda hechicero

¿Cuánto amor cabe en un escenario? Este año pudimos disfrutar de varios músicos que hacen del afecto y el vínculo amoroso con el público algo importante de sus shows: Bruce Springsteen, Daniel Johnston, Pearl Jam, por nombrar tres de este 2013. Y antenoche, Stevie Wonder se sumó a la lista. Seguramente influyó su condición de debutante en la noche porteña, pero está claro que la sensibilidad a flor de piel es parte constitutiva no sólo de sus hermosas canciones sino también de sus recitales; pequeñas celebraciones en clave negra de las vibraciones que mueven al mundo. Había que verlo balancear su cabeza apuntando al cielo y a pura sonrisa franca cada vez que nos plegábamos a sus propuestas de canto colectivo; primero tímidos, luego totalmente gustosos de volver a jugar con las escalas de notas como cuando éramos niños. "¿A ver? Esa me gustó", animaba Wonder –casi un Buda negro en su túnica de seda verde y motivos fluorescentes– mientras de este lado cantábamos y bailábamos como cuando las inhibiciones no nos modelaban la conducta. ¿Superstición? Mejor: hechizo. Y el efecto sigue.


(columna original en Tiempo Argentino)