16.9.11

Hoy una cajera me preguntó
si era del interior
porque me oyó cantando un tema
que justo
pasaban por la radio.

"No, de acá", le dije
mientras me daba el vuelto
con Calamaro sonando
todavía
en los parlantes.

"Ah", me contestó
más curiosa
que sorprendida.

"Porque acá
la gente
no canta".

15.9.11

la yapa

Como Jauretche en Los profetas del odio le voy a dedicar a una yapa a este Preolímpico de Mar del Plata que marcó mi vida y, al parecer, la de los jugadores y muchas otras personas también. Para empezar, llegué con una mano atrás y otra adelante. Ya en el micro, con casi 40 grados de fiebre, me emocioné con una película de Steve Martin. Steve Martin. No estaba bien. Trataba sobre pareja mayor que había llegado a tener 12 hijos y te hacía fantasear con tener una familia parecida. La madre que hace su vida a los 45 y un marido canoso que maneja la situación como puede, pero sin perder su vocación como entrenador de fútbol americano. Cuando llegué al hostel me seguía sentiendo mal. Pero pensé: ya se me va a pasar. Un ibupofreno que me baje la fiebre y listo. Viene el Preolímpico. Vienen Ginóbili, Scola y los demás. No puedo estar mal. ¿O no? Cené junto al resto del hostal y pasé a mi habitación. Era chiquita, confortable, pero no podía respirar casi. Una cama marinera imposible de abordar. Salí al pasillo y apenas me vieron me dijeron: ¿qué te pasa? ¡estás muy palido! Y ahí tomé conciencia. Estaba mal. Tenía los bronquios cerrados. No podía respirar ni, evidentemente, dormir. Tomás, el dueño del hostal, se asustó. Te llevó ya a la clínica, me dijo. ¿Tenés obra social? Sí, pero no cubre nada. Vamos a la clínica, insistió. Si te llevo al público te morís esperando. Y no le pude discutir. Casi que no podía entrar al auto de la falta de aire que sentía. Pero llegué y me dieron suero, nebulizaciones y corticoides. Todo lo que te hace sentir mejor, pero muy loser. ¿Viniste a Mar del Plata para esto? El Festipulenta acústico me había dejado de cama. Conde, nuestro amigo que cobra entradas en la puerta, me había dicho: el problema es que vos, ni aun pedo, relajás la responsabilidad. Y es así. No puedo. En la clínica me dieron un programa de nebulizaciones que cumplí masomensos bien. Después de cada partido pasaba por ahí y de a poco me empecé a sentir mejor. Un poco por las nebulizaciones y otro por el equipo, que como todos ya sabemos, comenzó a jugar cada vez mejor. Ya lo conté: fue increible para mí ver en vivo y en directo a Ginóbili, Scola, Nocioni, Oberto y el resto de los muchachos. Hacer los preparativos de cancha. Aprontar el partido. Eso, sin dudas, me terminó de curar. En el hostal me preguntaban, cada día, a la vuelta del partido, como me sentía, y yo les decía: mejor. Como el equipo. Que me sanaban con cada doble o triple que metían y la alegría que nos mostraban a todos para jugar. Mar del Plata estaba templada. Casi invernal. Y era complicado salir desabrigado. Pero aun así me las arreglé bastante. Nunca, hasta ese momento, la había recorrido a pie. Por los bordes, las calles olvidadas, la avenida Juan B Justo. Y el balance es mixto. Sin duda es una gran ciudad, con una gran historia y una belleza indiscutible. Pero también un lugar destemplado y desangelado. Un viento frío que te pega en la cara y no te pregunta si te parece bien. Yo tuve la suerte de que pude visitar muchos familiares que viven allá. Una prima que viven el bosque y me recibió con todo el cariño. Una tía que se la banca en Puerto Mogotes. Otra que también afronta los ventarrones en La Feliz. Y otros primos. Una familia entera que de una década a esta parte se fue a vivir a esa parte del mundo y me cobijó. Pero te la regalo, eh. Doce meses, veinte años, toda una vida viviendo en Mar del Plata. Te queda escribir tus obras completas o morir. Heminghway vagando por La Perla. En el hostal me trataban bien y me cuidaban. A la noche veíamos NatGeo, el especial por los diez años del 11 de septiembre. Minuto a minuto. O cómo fue que un grupo de árabes empobrevicidos, pero con la sangre en el ojo, le asestó el mayor golpe al imperio más grande de la historia. En seguida, en el living, saltó la teoría de la conspiración: no fue un atentado de Bin Laden; fue un autoatentado de Bush. Una teoría comodísima para desligarnos de cualquier empatía con las supuestas víctimas (los yanquis) y mantener nuestro justificado encono hacia el mal mayor (Estados Unidos). Pero no es tan fácil. Pensar así es no entender como piensa Estados Unidos. Es creer que un presidente yanqui, cualquiera que sea, sería capaz de dañar su propio estado, su orgullo imperial. Menem, sin duda hubiera sido capaz. Y de hecho hizo volar una fábrica militar en Río Tercero para tapar su responsabilidad en la venta de armas a Ecuador. Pero Menem no es yanqui. No piensa como un yanqui. Y el error de las teorías conspirativas es pensarlas desde acá. Desde el Yabrán vivo en las Bahamas después de haberse suicidado. O desde el cajón vacío de Nestor después de muerto. Estados Unidos no es así. Y los árabes que los odian con toda su alma, tampoco. ¿O no hay un poco de subestimación en pensar que ellos fueron meros títeres de un plan de autodestrucción? ¿Qué le harían ellos a un crítico marxista en Paquistán si anunciara a viva voz su teoría del autoatentado? ¿Lo considerarían amigo de ellos o del imperio? Tanta fantasía seguida te va a ser mal le cantarían Los Decadentes. Como un consejo, nomás. Pero dudo que les llevaría el apunte. Posiblemente se dejarían morir: "Apedrado en Afganistan por culpar a Bush del atentado de las Torres", titularían al día siguiente los diarios. Y no me digan que no sería un gran titular. El chiste macabro de cuanto peor, mejor. En el hostel no llegábamos a tales disquisiciones, claro. Pero sí una dinámica firme de partidos, especiales de NatGeo y conversaciones multiculturales entre el rolinga, el venezolano anti-anti, los laburantes, el dueño Tomás, la rehabilitada, los anónimos pasajeros y quien escribe. La familia ideal para seguir a la Generación Dorada y no morir en el intento. A todos ellos, esta yapa. Y muchas gracias.

11.9.11

Lo comentábamos con una fanática que también se vino desde Capital para ver todos los partidos de la Selección, la gran despedida de esta Generación Dorada: el partido infartante fue el de ayer, contra Puerto Rico. Ahí se nos secó el corazón, las ganas de llorar. Hoy puteamos y festejamos, es cierto, pero fue diferente. Más de disfrutar. Ganarle a Brasil (como en el Mundial 2002, el Preolímpico del 2003, el Preolímpico del 2007, el Mundial 2010; ya es una costumbre) fue un broche de oro. 85-70. Y fue justo. Porque ese primer cuarto, en donde los dejamos con míseros nueve puntos, fue lo mejor que hizo este equipo en todo el torneo. Con la defensa funcionando a pleno y Scola despuntando lo que sería una noche perfecta, ideal. "¿Por qué siempre sobresalís cuando jugás contra Brasil?", le preguntó un periodista ídem en la conferencia de prensa. Y el Luifa podría haberle contestado: "Porque a ustedes quiero ganarles siempre, brazucas hijos de puta". Pero ya sabemos que Scola es un ser noble y nunca diría en público una cosa semejante por más que en cancha demuestre eso mismo con creces. Lo sufrimos el partido. Pero lo dominamos de punta a punta. Sólo en un momento, a mitad del tercer cuarto, una ráfaga de Brasil nos puso contra las cuerdas, pero ahí volvió a aparecer el gran Kammerichs, el Yacaré, que con un rebote y un doble nos devolvió el ánimo y la confianza en ganar (después estuvo lo de los libres fallados del final, pero eso contribuyó más al necesario suspenso del buen campeón que a un peligro real por parte de Brasil). Fue hermoso ver a los jugadores saltando y cantando al final. Jugar como chicos, hacer patito contra el piso y dar la vuelta olímpica coreando las canciones de la hinchada. A la salida, mientras la gente les festejaba frente al micro, el Chapu y el Yacaré abrieron las escotillas del ómnibus y se pusieron a rociarnos de champán desde el techo. Era una fiesta en la noche gélida de Mar del Plata. Una ciudad que se vio revolucionada durante las dos semanas que duró el certamen y que en todo momento sintió el equipo como propio. Como un hijo que viene de visita y al que hay que agasajar. "Pensé que iba a ser un torneo más y terminó siendo especial", dijo Scola. Y así fue. Estos tipos te emocionan siempre. Y ahora estoy viendo cómo hago para mandarme para Londres. Total, soñar con este equipo no cuesta nada. O mejor: cuesta todo. Pero te lo recompensan. Siempre. Y cada vez más. Soy feliz con esta Selección. Soy mejor persona. Y el mérito es de ellos. Hasta la próxima.

10.9.11

Reconozco que cuando el hijo de puta de Barea tiró ese triple pensé lo peor. Me imaginé llorando como hacía años no lloraba por un deporte. Pensé en mis amigos, mis viejos, las mujeres que quise y todos los que aún se preocupan por mí en momentos como estos. Pensé en ustedes. Pero también en los que te consuelan para que les expliques cómo fue que le dedicaste dos semanas de tus vacaciones a un equipo gigante, sí, generación dorada, sí, "pero que fracasó". "Como todos". Los que te dan la palmadita en la espalda y en el fondo piensan "viste, fuiste a una fiesta pero era un funeral". Todo eso pensé (inclusive en este blog: ¿qué mierda iba a escribir?), mientras me arrodillaba contra la baranda de la platea lateral y sólo atinaba a mirar con ojos aterrorizados el partido que íbamos ganando por apenas dos puntos y con la pelota --¡el destino!-- en manos de ese hijo de puta gran jugador de Barea. Putear contra la mala suerte, contra los pájaros del mal agüero y contra este Puerto Rico, un país que adoro, admiro y me seduce como pocos (tienen la cultura latina y yanqui en una sóla tierra y mar, y eso ya es mucho decir), pero que hoy, recién, hace un ratito, les deseé lo peor, todos las catástrofes juntas que se le puede desear a un país. Y no por mí. Por ellos. Los jugadores. ¿Ustedes se imaginan a Ginóbili, Scola, Oberto, Nocioni yendo a una conferencia en donde alguno --nunca falta-- les indilgara que habían fracasado, que habían armado la gran fiesta del velorio ante sus propia gente? Yo no. Pero es lo que hubiera pasado. Y este equipo no se lo merecía. No habría sido justo. O mejor: habría sido una gran injusticia divina. Porque no había otra explicación que echarle a la culpa a Dios. Pasar agnósticos a creyentes blasfemos en un segundo. Por eso, y no por otra cosa, sentí también que este partido no lo podíamos perder. Me explico: durante todo el segundo tiempo (que arrancamos perdiendo por cinco puntos y en seguida se estiró a casi diez) ya había empezado a pensar que podíamos llegar a perder. Y que eso sería una tragedia. Nunca, durante todo el torneo, había considerado una cosa así. Pero durante ese fatídico segundo cuarto (en donde entró Nocioni en una pata y nos salió todo mal) lo empecé a considerar y me asusté. Me morí de miedo. Y seguramente al equipo le pasó algo parecido: ¿qué pasa si perdemos? ¿Qué pasa si... quedamos fuera de los Juegos Olímpicos? ¿Es posible? Era posible. Por eso, mi costado creyente (que lo tengo, ahora me doy cuenta), contrarrestaba: "una cosa así sería ilógica con la historia de este grupo; con todo lo que vivió hasta hoy". Ya saben: los titulos ganados, las epopeyas, la bendita Generación Dorada. ¿Cómo una historia semajante iba a terminar así? ¿Tan triste? ¿Tan... mal? ¡No tenía sentido! Y esa fe en un "sentido de la historia" (al final soy más kantiano que cristiano) fue lo que me mantuvo, al fin de cuentas, con esperanza hasta que terminó el partido. ¡Absurdo! ¿O Necesario? Nunca lo sabré. Lo que sí sé es que cuando ese bendito triple de Barea hizo planc, el tiro rebotó en el aro, y se acabó el tiempo, sencillamente me desplomé y lloré. Lloré por ellos. Y por mí. Por todo lo que me costó venir y cumplir esta promesa de verlos de cerca. Y por toda la gente desconocida y hermana que estaba sufriendo lo mismo que yo. El jubilado que me abrazó diciéndome "viste, pudimos". La joven madre que me levantaba a su beba y me pedía que la bese. El acomodador rompiendo a piñas la baranda. Les puedo asegurar que había un estado de histeria colectiva en el Polideportivo de Mar del Plata en donde el guión más loco de David Lynch podía tener lugar. Habíamos ganado y nada más importaba. Ginóbili, ¡como te quiero Manu!, lo levantaba en andas a Pablo Prigioni y el resto del equipo se sumaba al festejo y todo lo demás daba igual. Yo sé que tendría que comentar aunque sea un poco el partido. Y tengo cosas para decir (no quiero dejar de subrayar el repunte anímico que nos dio el Yacaré, ¡fue milagroso!). Pero eso será mañana. Hoy sólo puedo decir gracias, muchachos, los quiero mucho. Los amo. De verdad. Londres 2012, la tenés adentro. Argentina 81 - Puerto Rico 79.



felices cien, Nelly

8.9.11

Listo. Llegamos. Ya está. 84 a 58. A Dominicana. El pase a la semifinal. For good. Después de una primera semana excelente y una segunda con complicaciones, este partido puso un poco las cosas en su lugar: si ganamos el sábado, el domingo viene de regalo. No es poco lo logrado hasta ahora. Estuve leyendo un poco de la prensa internacional y todos destacan el elevado promedio de edad argentino y lo vinculan con el bajón de los últimos partidos. Tienen razón. Ginóbili tiene 34 años. Scola, 30. Nocioni, 31. Oberto, 35. Son tipos grandes. Se cansan. Pero están ahí. Con sus años a cuestas y su compromiso. Luifa, que viene de una lesión, se pasa una hora con hielo en una pileta para cuidarse la rodilla. Lo mismo Oberto. No hay otra. No tenemos una selección mejor. Y si la tuviéramos, no sé si valdría la pena. Yo los quiero ver a ellos. Yo me vine, en plena bronquitis, para verlos a ellos. Presenciar a a estos tipos que allá por 2002, en plena crisis económica y social, me recobraron la fe por una Selección de nuestro país. Siempre presentes, siempre bien. Mar del Plata en invierno es jodida. Mitad vacía, mitad triste. Cuando sale el sol, sonreimos. En el durante, no tanto. Pero ésta es la Generación Dorada y el chino de la vuelta te pregunta qué te parece el equipo, el hostel se revoluciona y en la San Martín te dejan el superpancho a tres pesos con cincuenta porque Argentina llegó a la semifinal. "¿Te viniste a ver la Selección? Qué loco. Gracias, che", es la frase que más escuché desde que llegué acá. Y yo les sonrío. ¿Qué más puedo hacer? Hoy con Dominicana estaba el miedito a perder. Después de una derrota importante como la de ayer, siempre está el vértigo de que se repita la caída. Pero este equipo conoce esa dinámica y, de algún modo, la anticipó. Salió a comerle los pies a Dominicana. Sin Nocioni, sin Paolo Quinteros, con Oberto en cuenta gotas, pero con el Yacaré Kammerichs, que la rompió en este partido, con diez puntos y nueve rebotes, y nos abrió el camino para ganar. Dominicana hizo lo que pudo. Pero Argentina no lo dejó. Y cuando Manu y Scola se encendieron, no les quedó mucho para hacer. Un muy buen triunfo de Argentina y una buena forma de llegar entonados al sábado. Londres 2012 estamos ahí. Guarda. Hasta mañana.

7.9.11

¡Qué calentura! Ya apenas arrancó el partido y a los cinco segundos se lesionó el Chapu sentí una mala espina: "Esta es la típica que después recordás como el principio del fin", pensé. Y tal cual. De ahí en más todo se hizo todo cuesta arriba. Y para Brasil, todo fácil. Terminamos el primer tiempo uno arriba, pero creo que fue el único momento del partido que estuvimos al frente del marcador. Lo curioso es que ellos tampoco la tuvieron del todo sencilla ya que Tiago Splitter, su figura pivote, jugó muy poco porque se cargó de faltas, aunque su reemplazante Rafael Marquinhos la rompió e hizo que no extrañaran al NBA. Fue un flojo partido de Argentina. Pero no desastroso. En el haber, además de Manu, cuento a Oberto, que la rompió en los míseros nueve minutos que jugó (es claramente el mejor defensor, cuando está en cancha somos un muro) y a Kammerichs, que levantó el partido con dos dobles sacados de la galera y varios sus tapones característicos. Lejos de ser una figura decorativa, Kammerichs se la arregló como pivote (cuando es alero) y estuvo presente cuando más lo necesitábamos. Grande Yacaré. Del otro lado fue impresionante --mal que me pese-- la labor armadora de Marcelinho Huertas, que dominó el partido como quiso y le ganó el duelo a Prigioni (que igual no jugó mal) y del citado Rafael. "Perdimos versus BRA. Un golpe que duele, pero lo creo necesario. Nos ganaron realmente bien. Felicitaciones a los vecinos", tuiteó Manu hace un ratito y yo estoy de acuerdo. El invicto, si bien justo y cierto, era una arma de doble filo; una invitación al desastre. Ideal para tapar errores y despertarnos en medio de una pesadilla. Y ahora ya no vamos a poder hacernos los boludos. Las cosas para corregir (la debilidad de la defensa cuando no está Oberto, el ataque errático cuando no aparece Gióbili) ahora están a la vista. Y tenemos tres días para acomodarlas. En el medio está Dominicana, que viene haciendo un gran torneo y ¡ya le ganó a Brasil! Je. Pero a no desesperarse. Confío en este equipo y confío en que van a poder mantener la cabeza en el partido del sábado, que es cuando --al fin de cuentas-- importa el triunfo de verdad. Por lo pronto, felicitaciones hermanos brasileros, nos ganaron muy bien. 71-73. La próxima será otra historia. Hasta mañana.

Un poquito tarde porque el partido se jugó ayer (me alojé por hoy nomás en el famoso bosque de Mar del Plata, sin internet, wi-fi o cosas modernas que se les parezcan) cumplo en contarles que Venezuela, por fin, fue el rival que la Generación Dorada esperaba. Después de la tibieza de Canadá (qué tipos sin sangre, Dios), esta nueva selección venezolana le hizo partido a la Argentina y la obligó, por primera vez, a superar los cien puntos para ganarle. Ellos, por su parte, nos metieron 93 tantos y se convirtieron en el equipo que más nos marcó del torneo. ¿Preocupante? Ginóbili hizo autocrítica al final del partido y dijo que "fuimos un colador". Yo no lo veo tan grave. Es bueno este équipo venezolano. Muy probablemente no alcancen las semis porque tienen adelante a Brasil, Puerto Rico y Dominicana, y les falta experiencia para cerrar los partidos. Pero hasta ahora inquietaron a todos y con el aliento de Chávez desde twitter parecen decididos a no rendirse hasta el último minuto. Para mí, entonces, fue un buen partido de la Selección, con un Prigioni sencillamente brillante (hizo 6 triples y condujo los hilos como nunca), un Nocioni sólido, y un Ginóbili agudísimo y matador que además se destapó con 6 triples sobre 8. Sí, nos descuidamos bastante en el fondo. Pero también influyó que no jugó Oberto (guardado por Lamas para las semis) y que, bueno, Venezuela planteó un palo a palo imposible de resistirse. 111-93, como dijimos. Hoy, el clásico con Brasil. Lamas ya avisó que atento a las semis va volver a guardar a Oberto y que no va recargar de minutos a las figuras, lo cual me parece muy bien, porque para algo tenemos un plantel muy rico y con muy buena rotación. Si algo me molestaba de la época del Oveja Hernández, el anterior DT, es que se aferraba demasiado al quinteto inicial (una tara alfio-basilística decía entonces) y cansaba a los titulares de manera totalmente innecesaria. Hoy por suerte eso no pasa y seguramente veamos un clásico jugado a dientes apretados, como debe ser, pero sin riesgos inútiles y pensando siempre en el sábado. Nos vemos esta noche.

5.9.11

Tranquilos. 79-53. No siendo un mal equipo (tienen 3 NBA), Canadá se las arregló para sacarnos el partido más flojo a nivel emoción de todo el torneo. Sí, nos exigieron más que Paraguay y Uruguay en la primera ronda, pero partiendo de una riqueza mucho mayor que nunca se plasmó ni en medio minuto de peligro para nosotros. Es cierto que Argentina no los dejó. Prigioni volvió a ser un relojito (viene siendo uno de los más regulares del equipo, un capo Pablo) y El Chapu tuvo un muy buen partido, con tres triples casi seguidos y varias de esas corajeadas que nos encantan. De Ginóbili no quisiera hablar demasiado porque ya casi que puede sonar que estoy exagerando. Pero no queda otra. Cada vez que sale y reingresa al equipo cualquier principio de barullo se disipa y los ataques vuelven a tener la fluidez del principio. La Selección anda de nuevo sobre rieles. No hay dudas de que a nivel mental es el más fuerte hoy por hoy: vivísimo para aprovechar cualquier error del contrario, y frío y valiente cuando hay que abrir una brecha en el rival. Hoy hizo un pick 'n roll de lujo con Scola (el pick 'n roll es como la pared en el fútbol) y el estadio, que venía un poco apagado por la medianía de un rival mediocre en sus pretenciones, se despabiló y le regaló una de esas ovaciones que nos contagian a todos. Así es Ginóbili. ¿Será tan fácil lo que venga? No. Les aseguro que no. Mañana nos toca Venezuela, un equipo joven y con mucha hambre de gloria, que le hizo partido a Brasil y a Dominicana (casi les gana) y que en los amistosos fue el rival que más nos complicó. Hoy, contra Puerto Rico, terminaron a las piñas y perdieron. Pero también los tuvieron contra las cuerdas más de una vez y se nota que tienen muchas ganas de llegar a las semis (y ahí está el grosso de Chávez arengándolos por twitter). Después, pasado mañana, nos toca Brasil, que no está en su mejor momento, por momentos parece desorientado, sin alma, pero que tiene grandes jugadores y al que seguramente sea el mejor técnico de este Preolímpico (sí, el gran Rubén Magnano). Y por último Dominicana, que ya es la revelación del torneo: terminó primera en su grupo, le ganó a Brasil y juega muy bien. Cuidado. Entre ellos, más Puerto Rico, van a estar los otros tres semifinalistas (descuento que va a estar Argentina), y seguramente nos entreguen entre sí partidos muy entretenidos, muy peleados, que van a servir como para que la Selección los agarre más cansados. ¿La ventaja de ser los favoritos? Sí. Y la ventaja de ser los mejores. El Dream Team somos nosotros. Hasta mañana.

3.9.11

A simple vista, un partido parecido al de ayer. Panamá se contagió de Puerto Rico y nos complicó bastante el primer tiempo, cuando nos terminamos yendo abajo por un punto (38-39). ¿Qué pasó? Algo muy parecido al partido con los Ticos: una ofensiva errática y un Scola extrañamente flojo debajo del aro. Es curioso, porque Luifa terminó con 19 puntos, fue el goleador del equipo, pero esos puntos que se perdió en la zona pintada son los que nos impidieron irnos tranquilos al descanso. Luego, en el segundo tiempo, lo de siempre: Argentina que ajusta las clavijas, Ginóbili que da las estocadas necesarias con el resto del equipo acoplándose a su envión (muy bien Prigioni clavando cuatro triples casi seguidos) y Panamá que no puede mantener la intensidad. Pero siendo la segunda vez que vemos este problemita, cabe preguntarse: ¿pasa algo? Yo, que no soy un experto en basquet ni mucho menos, creo que hay algo que no está del todo ajustado en el quinteto titular. Como tenemos cuatro NBA, pero dos en el mismo puesto (Gino y Delfino como escoltas), Lamas tomo la decisión de incluirlos a ambos y resignar un interno (Oberto o Juan Guitierrez). De esta manera, tenemos tres armadores (Prigioni, Gino y Delfino) y un alero (Nocioni) que en los últimos años en la NBA tendió a no jugar tanto en esa posición. Así, noto que nos falta profundidad a la hora de atacar que tampoco se compensa en la defensa porque seguimos tenindo un sólo interno (Scola). Tal vez esto tenga que ver con los comienzos flojos que tuvo el equipo ayer y hoy. Tal vez no. Pero lo que sí está claro es que esta formación de dos escoltas y un base no es la usual y que el equipo levanta fluidez en la ofensiva cuando volvemos a una formación más clásica con Oberto o Juan Gutierrez acompañando a Scola. Hoy, como contaba, estuvo muy bien Prigioni y también el ratito de Paolo Quinteros cuando jugó. Se nota que es un crack y que sólo es suplente porque adelante tiene a Manu y Delfino. El Chapu también se destacó con un par de sus corejadas que amamos (y que despertó al público) y Ginóbili, bueno, Ginóbili volvió a ser el mejor. El tipo por el cual vale la pena prestar atención cada segundo que pisa el parquet porque nunca sabés con que te puede llegar a salir. Hoy hizo varias de las suyas que sirvieron para levantar el anímo y no se nos pusiera peligrosamente abajo el partido. 90-71. Casi veinte puntos de diferencia. Nada mal, ¿no? ¡Y yo que me quejo! Hasta mañana.

2.9.11

¿Qué miedito, no? Nah, no tanto. Algunos nos miramos cuando terminó ese segundo cuarto con Argentina perdiendo por cinco contra Puerto Rico. Nos miramos y en seguida nos dijimos: va a estar todo bien. Y así fue. Era imposible que los Arroyo boys, que hicieron un gran partido, mantuvieran esa intensidad hasta el final. Y era sabido (o esperable, según lo que venimos viendo de este equipo hace ya diez años) que en cuanto sucediera eso, Argentina recuperaría terreno y los pasaría por arriba. Pero bueno, ¿qué pasó hasta ese segundo cuarto? Que la Selección, por primera vez, se enfrentó a su propio favoritismo, en el sentido de que si hoy perdía, mucho de lo ganado hasta ahora en confianza hubiera menguado. La clasificación no habría estado en peligro, obvio, pero sí la senda positiva. Y a este equipo no le gusta entrar en la mala onda. Está claro. Otro tema no menos importante es que tanto Delfino, Scola y Oberto vienen de lesiones y no están al cien por ciento. Físicamente se los ve bien, pero es evidente que les faltaba una seminata más para terminar de afinar la muñeca. Lo de Scola fue evidente: terminó ese primer tiempo con apenas dos puntos, cuando lo usual es que ya lleve 10 o 12 en esa instancia. Estaba errático Luifa y lo mismo Delfino. Y los Ticos, comandados por ese base endiablado que es Arroyo, lo aprovecharon. Por suerte, como ya lo venía comentando en Nacional Rock cuando me sacan al aire (ya pasé por casi todos los programas), apareció Ginóbili, el gran Ginóbili, que aún sin brillar al cien por ciento sacó ventaja de cada mínimo error del rival provando faltas y tiros libres, y se mandó al aro cada vez que la defensa rival parecía infranqueable y se acababa el tiempo. Hoy le comentaba al que estaba al lado: hay que verle la cara a Ginóbili cuando encara. Se le desfigura. Parece un loco. El tipo agarra la pelota, va hacia adelante y, mientras esquiva manotazos, rodillas y piernas, te mete una bandeja imposible si no tenés la convicción de que SOS EL MEJOR y lo vas a demostrar. Nunca había podido ver esa metamorfosis de cerca, cuando Gino pasa en segundos de estratega armadador a hombre rayo, con la cara desencajada por el esfuerzo y la genialidad, te clava ese doble salvador. Y haberlo descubierto en la cancha fue maravilloso. Este Ginóbili nos permitió estar a tiro de Puerto Rico cuando perdíamos. Y después, en el tercer cuarto, cuando Scola y Delfino se acomodaron y Argentina metió un parcial de 16-0, directamente se lució como el ancho de espadas indiscutible que tiene esta Generación Dorada para cerrar el partido 81-74 y otra historia. Gracias, Gino, una vez más. Mañana, Panama. Ideal para seguir afianzando la rotación del equipo y aprovechar ese banco de lujo que tenemos con Pepe Sánchez, Pancho Jasen y Paolo Quinteros. Hasta entonces.

1.9.11

Hoy que hubo fecha libre para la Selección (mañana enfrentan el partido a priori más dificil de esta primera ronda, frente a Puerto Rico) voy a aprovechar para contar un poco cómo viene la mano alrededor del Preolímipico. Mar del Plata está contenta. Te lo dicen los tacheros, los mozos de los bares y los que te dan charla mientras hacés cola en el cajero. Para ellos, como suele pasar, que hayan elegido la ciudad para hacer el Preólímpico (se impuso a Toronto y Río de Janeiro), "es un orgullo". Y no es para menos. Todo lo que rodea al torneo es de nivel internacional. Desde la prolija organización para entrar en el estadio hasta el show que rodea el partido muy en la onda de la NBA (¡y no molesta!). El diario La Capital tituló en gran parte de la portada el comienzo del Preolímpico y sólo la muerte de Candela opacó por un momento lo relacionado con la Selección. Acá en el hostel, mientras tanto, el venezolano Luis se fue contento porque su venerado equipo por fin pudo salir de la mala racha de perder en los últimos segundos frente a Brasil y Canadá, y pudo vencer 106 a 69 a Cuba. Me dijo que se iba a Santiago de Chile, a ver cómo son las cosas por allá y que luego volvía para las semifinales. Desde el principio lo tanteé para ver si era escuálido o no. Ya sabía que no, por las cosas que deslizaba, pero después me terminó contando que no era ni anti-chavista ni anti-oposición, una tercera posición que sólo se puede llegar a sostener si no iguala ambas partes. Luis, un tipo formado según me dijo, en un partido revolucionario de izquierda, apoyó a Chávez cuando hizo el levantamiento militar contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez en el '92, pero luego se apartó cuando vio que el bolivariano terminaría conduciendo un régimen más populista que auténticamente revolucionario. "Es así chico, yo le reconozco muchas cosas a Chávez, pero no sigue la línea que yo persigo, por más que frente a él sólo haya odio y deseos de muerte". Las charlas generalmente se dieron en la cena junto al resto de los que estamos parando en el hostel: un rollinga busca vida, amigo de Pity y del Fachi, en la infancia; y los encargados del hostal, provenientes de Morón. Uno de ellos, Darío, hijo de un empresario pyme textil que perdió su fabrica con la convertibilidad. Todos lo escuchamos aténtamente a Luis y Luis a nosotros. Y durante un par de noches se dio un lindo intercambio cultural, en donde Luis nos hizo reir mucho con buen venezolano que se precie. Nos vemos mañana.