17.12.16

a veces creo que hay un secreto lazo de amistad entre todos los que gustamos de jorge y su amigo, el hombre del sombrero amarillo


13.12.16

vivo en los montes urales, junto alfalfa en mis botas de goma todas las mañanas y amo a mi ídolo


12.12.16

5.12.16

éramos estudiantes y qué más

todavía te puedo ver con el cuaderno
en espiral, las escaleras de
hormigón, los papelitos para anotarse
en las materias
las ganas de conocernos
más.

no había forma de sacarnos esas caras
felices
de many pacquiao antes
de tiempo
esa timidez disfrazada de
altivez, de nadie me comprende como
mis amigos o como
vos, como quedarse horas
esperando el llamado del final
sobre el piso alisado
de cemento, el café en vasitos
de telgopor, palabras como menemismo y
globalización; contrahegemonía o
multitud; nunca ubaldini, nunca rucci,
casi nunca josé maría rosa o perón.

me acuerdo de la vez que se nos hizo tan
tarde
que los árboles de parque
centenario
se doblaban del frío
que hacía;
el 65 no pasaba nunca, river perdía
otra vez en brasil y vos te resguardabas
en mi gamulán
made in korea.

toda la vida por delante que perder
toda la vida por delante y ahora
ya no.

¿cómo fue que elegimos
comunicación?, tratábamos de
recordar y casi siempre teníamos una respuesta
distinta.
nos reíamos de nuestras padres
esos seres queridos que a costa nuestra
aprendían a serlo y también a costa
nuestra
a no poder dejar de serlo.

no había nada que nos salvara excepto
tal vez
la mirada suelta sobre el boulevard
en curva
de pequeñas patricias argentinas;
el hospital naval a nuestras
espaldas, la fotocopiadora por fuera
de cátedra;
las esperas de hora y
media
por módulos que pocas veces
terminábamos de subrayar;
los carteles de el topo, el mate,
o venceremos
los afiches del moves, el andamio y la contra
corriente
no me identificaba con ninguno.
o bueno, con la vallese
un poco sí.

si tomábamos apuntes, nos sentíamos
bien.
al principio admirábamos a santagada
y a link, el nazi
de las palomas; después a savransky y a
ferrer, que filosofaban; también a casuccio,
el ingeniero, que en un sólo pizarrón
podía resumirte la primera guerra
mundial; o a raggio, que transpiraba
la revolución rusa y francesa
en mangas cortas y chivadas de
colectivero.

a caletti, el cascarrabias, no muchos
lo querían
pero yo sí: no te mentía y para mí
con eso
ya era suficiente.

entre los profesores
nos gustaban los locos y los buenos, las
graciosas y las olvidadizas, los
manipuladores y las lindas, los infelices
y los brutos, los torpes y las feas, los anti
sociales y las viejas, los chetos y las amas
de casa, las frepasistas y los foucaul-
tianos, las gorilas y los pseudo
peronistas, los frustrados y los que se
creían
estrellas de rock.

también los que nos enseñaban a
escribir, que eran pocos; los que
nos enseñaban a pensar, que eran un poco más
pero no tanto; y los que no escribían, no
pensaban, no enseñaban pero
igual
nos gustaban
un montón.

nos costaba distinguir
estudiando
comunicación.

nos costaba seguir, pero más nos costaba
no hacerlo; no volver a escuchar a martín
barbero y oscar steimberg, a canclini
garcía y eliseo verón, a loreti
damián y carlos savransky, a christian
ferrer y aníbal ford;
no volver a saber de esos zeitgeist
en la 201
colmada
de admiradores; esas taras y
rabietas; esos saltitos en una
pata cargados de siglos y siglos
de frustración.

maneras de ser en el mundo
y eso que el mundo
y nosotros
nada que ver.

éramos estudiantes.

éramos inconscientes y
graciosos; absolutos y posmo-
dernos; asertivos e igno-
rantes; famosos
e ignotos con todo y nada
qué perder.

éramos estudiantes.

y no puedo decir que en mi caso
no lo haya querido
ser o que algún otro haya elegido
por mí.

de hecho, cuando mis padres preguntaron
les dije en seguida:
estudiante uba en ciencias
de la
comunicación.

así, como tanteando pero seguro:
estudiante uba en ciencias
de la
comunicación.

creo que era una forma de probarme
a mí mismo
que nada podía fallar; que podía
trabarme y tartamudear con toda
seguridad; que me era más fácil asumir que
rechazar esa vida;
no abandonar, que poder decir que no.

y eso que llegué incluso a bostezar en los
finales; nunca creí que me importaran
tanto y también nunca
creí
que me importaran
más.
era sólo entrar al aula y dejarse
llevar
y a mí eso
no sé por qué
siempre me salió bien.

será que muchas cosas nos
confundían.
una: seguir estudiando y no
avanzar, estar como en una cinta de
gimnasio
cada vez más cansados y descreídos
pero igual seguir.
no importaba si te perdían la nota o
de repente
un día cualquiera
no te tomaban final: igual
seguir, siempre igual seguir
porque: ¿de eso
se trataba, no?
¿qué podía ser peor?
¿qué otra cosa podía ser
mejor?

dos: mirar los cortes de ruta en la
tele
despertarme tarde y ya
almorzar
hablar con vos mil horas por
teléfono y no salir; ¿para qué
si te amaba sin saberlo y también
sabiéndolo
te amaba a los cuatro
vientos?

éramos estudiantes enamorados sin tanto
profundo
que estudiar; estudiantes
poetas
encontrándonos a propósito o de
casualidad
en cabildo, la ideal o parque
centenario; en caballito, el podestá
o las fiestas insomnio.

estudiantes felices pasándonos
resúmenes y maneras de no estar bien
ni demasiado
mal; estudiantes perdidos que si llegábamos
a estar de acuerdo
igual necesitábamos
discutir, ver hasta dónde
era verdad
que nos parecíamos
tanto
y hasta dónde una
consecuencia ajena
de padres que habían sufrido
lo mismo y bien
lo que llevábamos adentro como un
lastre sin purgar; esa tara
repetida, esas obsesiones que
absorbíamos conscientes y con algo
de rencor; tan entusiastas
de los errores, tan enamorados de lo que nos hacía
mal
haciéndonos mejor.

era mentira que estábamos seguros.
era mentira que estábamos
tranquilos.
era mentira que no nos creíamos
los mejores del mundo con todo y mucho más
que aprender

¡si nos viéramos hoy, amigos
uba en ciencias
de la
comunicación!

caminábamos erguidos y mirando
al frente
siempre levantiscos aunque a veces
tiernos
con algo de esa soberbia y de esa tozudez que
nos hacía temblar, que enojaba a tantos
y a tontos;
que nos despertaba sonámbulos y en seguida
nos adormecía
fanáticos;
que interpelaba a los que venían de antes
pero también
a los que venían desde siempre
porque no había status quo o figura
intocable que no se pudiera
discutir
ni monumento o prócer de segunda
mano que no nos animásemos
a reivindicar.

tan estudiantes uba de
comunicación; tan estudiantes de lo
obligatorio y de lo que ni por
asomo
podíamos dejar de leer y
cuestionar.

nunca voy olvidar esa tarde en la 201 que daniel
link nos preguntó ¿para qué
vienen? ¿para qué
siguen? ¿cuándo se
van? era 1998, éramos jovencísimos y
en el momento nadie le contestó
nada
pese a que todos teníamos siempre
un montón para contestar.

nos llenábamos la boca de ideas que por ahí
no entendíamos demasiado, y de ganas
de gritar, de lanzar puños
al aire.
de ser amigos de todos y enemigos
de muchos más.

por eso tal vez cada vez que te acompañaba
me sentía bien
éramos amigos, amigos tontos que encima
de verdad
no sabíamos serlo bien; que si encontraban
un guiño
inesperado
en un texto de perry
anderson
lo comentábamos con el mismo entusiasmo
que una peli de rejtman o un capítulo
de friends.

y que si nos preguntaban cómo
nos estaba yendo (pregunta que odiábamos
que nos hicieran) les decíamos
por supuesto
que bien, por supuesto
que mal
por supuesto que nunca
sabíamos
cuánto de verdad nos faltaba
ni cuánto de verdad
nos quedaba o si de verdad alguna vez
nos íbamos a poder recibir.

sólo teníamos claro una cosa:
estudiantes uba en ciencias
de la
comunicación; el pasado siempre
presente
y el futuro que apostamos
con ganas de no volverlo a ver.

¿qué más?