29.1.09

allá voy aunque no vaya

Extraño Honduras. El aeropuerto de Quito. Ahora un amigo anda por allá. Y me escribió: "Las mujeres son como decías. Mestizas, lindas, calientes". Me pide el video de Los Conquistadores, el de los conejitos. Le paso el link y vuelvo a verlo. De fondo, Quito. Y las callecitas de empredado. Los puesteros en el piso, con chucherías. Como acá, pero allá. Y con ecuatorianos. "Cada vez me convenzo más de que Bolivar fue un genio", me escribe mi amigo. "¿Al final supiste cómo fue lo de la entrevista de Guayaquil? Habías leído un libro, ¿no?". Sí, claro. La famosa cumbre. Acá siempre se lo tomó como una falta de consideración hacia nuestro prócer. O una muestra de soberbia del de ellos. Pero fue más bien un dos potencias se saludan. Con San Martín comportándose tal cuál era: un tipo humilde. Y con Bolivar respetando la obra de San Martín, pero apuntando más alto. La gran América. La patria grande.

"¿Y? Cuándo te venís por acá", me arenga mi amigo. "No me digas que ya no te interesa". No, cómo no me va a interesar. Si cada vez que pienso en Tegucigalpa, bastante lejos de Quito, pero también bastante cerca, me acuerdo de mi verdadero sueño, el verdadero sueño que tengo en mi vida: volver. Comprarme una revista de Kalimán, darme una vuelta por Comayagüela, pasar por la Residencia, sentarme a comer con Suyapa, una buena tortilla de frijoles con queso, y el sol que tira pero no tumba.

¡Allá voy Tegucigalpa! Allá voy aunque no vaya.

16.1.09

man in black 7 (secuestro en jamaica 3)

El que iba armado, que estaba de pie en la cama con su cañón a dos centímetros y medio de los sesos de John Carter, empezó a hacerle preguntas amistosas: "¿Qué hacés por acá? ¿Qué te gusta hacer en Jamaica? ¿Bucear?"

John Carter le contestó tranquilo y atento, y cuando sucedió lo más extraño de todo, se comportó impecablemente. Tenía sólo once años.

"¿Sabés qué? Es un arma de verdad", le dijo el que le apuntaba en la cabeza.

"Sí, lo sé", le respondió John Carter. "A veces voy de caza con mi papá. Sé de armas".

"¿Querés sentirla en tus manos?".

En ese momento entendí lo que significa el dicho "se me subió el corazón a la boca". No podía respirar.

John Carter no titubeó. "No, señor. No juego con armas. Les tengo mucho respeto. Son muy peligrosas".

El tipo asintió e hizo una mueca tras la media que lo tapaba: "Ah, me parece correcto. Me caés bien".

"Gracias, señor", le dijo John Carter.

La tensión cedió después de eso. Creo que todos vimos que las cosas podían acabar sin derramamiento de sangre, y los ladrones vieron que podían salir de ahí con un buen botín. Reba era la única que todavía daba muestras de nerviosismo; el resto intentábamos por todos los medios contenerla.

Cuando terminaron de guardar el botín en el saco, uno de los ladrones nos dijo: "Vamos a encerrarlos en la bodega". Y al oirlo, otras vez las mujeres empezaron a lamentarse. Pero yo pensé que era una buena solución. Significaba que no iban a sacar de la manga alguna sorpresa de última hora, como matarnos para que no haya testigos. No sé hasta qué punto ellos se sentían ocultos tras aquellas máscaras, pero durante más de dos horas y bajo distintas condiciones de luz, concluí que no servían de mucho. Probablemente hubiese podido señalar a cada uno de ellos en una rueda de reconocimiento.

Ignorando las protestas de las mujeres, nos condujeron escaleras abajo. Después, cumpliendo lo dicho, nos encerraron en el sótano. O, como dice June, "la prisión". Introdujeron unas cuñas en las rendijas de la puerta y se fueron.

Pero sólo por un minuto. Uno de ellos regresó y deslizó una bandeja de pavo por debajo de la puerta. "Queremos que tengan su propia cena de Navidad después de todo", dijeron. "No queremos quitarles eso".

John Carter y Doug ya estaban comiendo cuando escuchamos ladrar a nuestros perros, en silencio hasta ese momento, cuando los ladrones huyeron.

Nos tomó un tiempo. Pero Chuck Hussey y yo logramos tirar la puerta abajo, y nuestro lamentable grupo logró emerger del sótano. Llamamos a la policía.

(continuará...)

13.1.09

¿viste, Bocha? Lo mínimo que te merecías

La muerte de Sokol me pegó mal. Recién vuelto de las vacaciones, no fue una buena manera de empezar el año. Nunca fui "fanático" de Las Pelotas. Pero sí un entusiasta de muchos de sus discos, canciones y especialmente sus recitales, que mis amigos de El Acople me enseñaron a disfrutar durante -para mí- la mejor época del grupo (entre Para qué y Esperando el Milagro), cuando era común escuchar de sus seguidores que era "la mejor banda del mundo".

Es así. Uno trabaja de esto, le gusta la banda, pero no llega a disfrutarla realmente hasta que no encuentra la gente correcta para hacerlo.

Dejo acá, al que le interese, lo mejor que se escribió sobre él, por parte de un periodista de rock que quiero y admiro.

¿Viste, Bocha? Pocos podrían haber hablado mejor de vos. Lo mínimo que te merecías.