24.5.08

beverly hills 90210

Me gusta la gente que tiene 30. Bueno, no toda. Pero aún aquella que no me cae bien, me reconforta que al menos podamos charlar sobre los 90 y que entienda que cuando digo Brandon no me refiero a Brandon Gay Day. Ahora en Sony están pasando los últimos capítulos de Beverly Hills 90210. Los últimos últimos. A las ocho de la mañana. Cuando los personajes ya se recibieron de la Universidad y en la casa de los Walsh ya no quedan ni Brandon, ni Brenda ni los padres. Sólo el tarambana de Steve con una hijita nacida del amor con una descendiente de orientales. Y Dylan, el otro Dylan, el rebelde que vuelve varios años después de que le matan su mujer. Así de melodramáticos se volvieron estos yanquis que, en su momento, estuvieron diez años en la pantalla. Y que al principio fueron furor en muchas partes del mundo.

Dicen que fue el primer programa que mostró en la pantalla chica muchos de los conflictos de los adolescentes de los 90. O sea vos, yo y los otros como vos y yo. Pero yo creo que acá eso no influyó mucho. Tuvimos a Clave de Sol y a Socorro Quinto Año. Dos programas tan buenos o tan malos como cualquier otro. Y después a los insufribles de Montaña Rusa. Aunque es cierto que Malena Solda es linda y estaba bien. Y que el copado de Estaban Prol visualizó al chaboncito ricotero con corazón y chispa de barrio. Por algo son los únicos que hoy valen la pena.

La cuestión es que cada tanto, cuando me despabilo y me levanto temprano, pispeo un poco cómo va la serie. Y ahora que está por terminar --porque se ve venir que está por terminar--, siento cierta congoja. Para mí Brandon fue el referente de un tipo que al que le sale todo bien --las chicas, el trabajo, el rumbo en la vida-- pero que no duda en darte una mano cuando la necesitás; nunca canchero, siempre tranquilo, en esencia noble, algo así como Derossi, el personaje del libro Corazón. Por suerte, para equilibrar la balanza, también estaba Dylan, el hermano mayor que nunca tuve (o el primo yanqui que sí tengo, y que me hizo escuchar Kiss y AC/DC a los 5, pero esa es otra historia), el ranger que me mostraba el costado jodido de la vida y me enseñaba a comportarme ante un fracaso, cómo renunciar a un amor sin perder la dignidad. También Claire y Donna (la adulta, no la virgen), que siempre serán mis novias imaginarias. Sobre todo Claire, con esa mirada tan de mujer. Tan de belleza inescrutable.

Yo era adolescente en los 90. Y no es que fuera exactamente así. Pero disfrutaba. Y hoy, cuando los veo de casualidad en la tele, me siento bien.

10.5.08

hay silbidos que deshonran

Al final casi siempre es lo mismo. Que te preparo el té, que te llevo los apuntes, que no sabés si te toman hoy o mañana. La otra vez, después de ver la última peli de Sean Penn, le decía a un amigo: la opción de largar todo y mandarte a mudar la seguís teniendo, por supuesto. Sólo que ahora te parece ingenuo. O imposible. Pero bien que lo harías. Sin internet, y sin demasiados libros. Sólo algunos de Miller y los que te manden tus amigos, obviamente. No te digo que renegaría del rock -eso sí que es imposible-, pero sí que trataría de parar la pelota. Y empezar de nuevo. Como a los 16, cuando no me animaba a encarar una mina. O a los 24, que lo más divertido era hacerla reir. El resto venía solo, claro. Si vos querías cruzar Luis María Campos no esperábamos el semáforo. Y las veces que te hacía pasar en el subte me mirabas entre sorprendida y asustada. Y está bien, el desubicado, aún sin barba, siempre fui yo. La vida es así: un poco feliz, un poco injusta. El otro día, un cabezón con corte de pokemon, cumplió su deber. Con arte y con clase. En una cancha que alguna vez fue su casa. Hay silbidos que deshonran a los que los profieren.

7.5.08

revelación

ayer tuve una revelación de fumado: la voz masculina en esa pareja medio insoportable de pandas es el Chiqui de Okupas.

3.5.08



Susana
déjame ser
como yo soy

no cambia nada
que use una camisa
o una corbata

óyeme, te pido óyeme

el gusto es mío

un desafío...