29.12.13

Los amigos del suple Ni a Palos me pidieron un libro, un disco, una película y un sitio de internet para pasar el verano. Y esto les respondí. Gracias por el convite.


Un libro: Memorias del incendio, de Duhalde
El libro es del 2007, pero sirve releerlo este 30º aniversario democrático porque muestra que el kirchnerismo no salió de un repollo (o de una fantasiosa relación con los 70) sino del ninguneado pero clave peronismo antimenemista de los 90. El Grupo Calafate (que compartían Duhalde y NK), el MTA de Palacios y Moyano (que cuestionaba la convertibilidad), el PJ Bonaerense (en su populista acción política y social); todos horadaban silenciosamente desde el propio peronismo los basamentos económicos y espirituales de los 90, y NK fue su necesario resultante. El resto, como suele decirse, es verso.

Un disco: Los Espíritus, de Los Espíritus
Que todo lo que toca Maxi Prietto se convierte en oro ya lo sabemos desde hace varios años. Pero su encuentro con Los Espíritus, banda que formó con Santi Moraes, amigo de toda la vida, y otros varios músicos también proclives a la sensorialidad y al juego musical como él, no dejó de ser una sorpresa. Uno de esos discos que se recomienda, gana nuevos adeptos y se vuelve a recomendar. Un fluir de canciones que son puro disfrute de los sentidos. Y un reencuentro con el hacer musical desde su más pura esencia: el trance, el suspiro, la broma, la revelación.

Una película: Poesía para el alma, de Lee Chang-Dong
No hay que dejarse engañar por el título cursi de esta peli estrenada acá en 2011 pero disfrutable de ahí en más para siempre. El argumento es simple: una abuela, que se hace cargo de un nieto acusado de bullying extremo en el colegio, decide meterse en uno de esos talleres de poesía (en Corea también existen) para ver si finalmente logra escribir un poema antes de morir (y mientras hace horas extras atendiendo a un parapléjico abusador). Otra vez: parece cursi o tremebundo, pero no lo es. Sin subrayados, a ritmo parco, la peli nos va haciendo uno con esta abuela marcial que busca la Belleza en mayúscula y nos la encuentra unida a la verdad.

Algo de internet: http://www.elmoreleonard.com/
El mundo de Elmore Leonard (el Stephen King de la novela negra que perdimos este año) es muy amplio de tan prolífico que es. Y abarca desde western tempraneros, guiones y adaptaciones para innumerables películas, textos ensayísticos, y lo principal de su obra: decenas de novelas sobre la vida corriente de los outsiders del sueño americano: guardaespaldas, serenos, narcos de poca monta, policías descartados, killers aburridos, amantes de segunda. Todos retratados con muchísimo humor en su anti-épica cotidiana, en su moral anti-principista, al punto que tienta decir: nunca conocerá la contracara ética de EE.UU si nunca te topaste con un personaje de Leonard. Así, este sitio oficial es ideal porque permite inmiscuirse en sus libros con la pasión de un fan y la simpleza de un recién iniciado. Elmore para todos

(original para el suple Ni a Palos aquí)

28.12.13

mis hits 2013

Tarde pero presente, acá mi tradicional listita de canciones, las que me hicieron delirar la mente durante el año y que coinciden con las elegidas para La hora pulenta

La mina de huesos (Los Espíritus)
Rock and roll (Javi Punga)
Bomba (Reimon Starship y los Venusinos)
Fruta y chocolate (La Ola que quería ser Chau)
Saltar (El Otro Yo)
Amor al aire (Bochatón)
No le vendas drogas a tus amigos (Riphle)
El pueblo (107 faunos)
Fiat 600 (Carmen Sandiego)
Te quiero infinito (Valentín y los Volcanes)
Mi próxima vida (Antolín)
El día del abrigo (Los Totales)
Tigre y dragón (Digisagas)
Bull Lee (Los Japón)
Lo quiero mucho a ese muchacho (Bestia Bebé)
El eco llegó (¿lo escucharon?) (Las Liebres)
Todo lo que quiero en este momento, oh (Los Sub)

bonus:
Monos violetas (Bicho Bolita)
Sé lo que vos querés (Bicho Bolita y París Gatitos)
1000 higos (Perdedores Pop)

23.12.13

federico, el anzuelo

Hasta la irrupción a principios de los ochenta de Federico Moura como "cantante frívolo" (así era visto por el periodismo especializado más torpe) prácticamente no había fragilidad en los cantantes del rock nacional; en su mayoría demasiado serios y "profundos" como para dejarse tentar por ciertas superficies. Sí, teníamos la sensibilidad de Miguel Abuelo ("Oye niño" como esa baguala trans que sigue calando en los huesos) o la dulzura de Alejandro de Michele (trapito estoico de Pastoral). Pero esa languidez al borde del desmayo que el cantante de Virus supo desplegar en sus mejores momentos (de Relax a Superficies...; un perfecto cometa de placer) era inaudita. Es cierto: también había algo distante, por momentos misántropo, en esa fragilidad de ojos demasiado azules. Pero era una distancia que no nos dejaba fríos. No congelaba. Al revés: nos calentaba si nos dejábamos seducir por esa lascividad sin límite. Toda la discografía de Virus es un exhortación a liberarse, a desatar los cuerpos. Y la voz de Federico fue el anzuelo.


(columna original para la nota de Maby Sosa en Tiempo Argentino

19.12.13

el amor de un buda hechicero

¿Cuánto amor cabe en un escenario? Este año pudimos disfrutar de varios músicos que hacen del afecto y el vínculo amoroso con el público algo importante de sus shows: Bruce Springsteen, Daniel Johnston, Pearl Jam, por nombrar tres de este 2013. Y antenoche, Stevie Wonder se sumó a la lista. Seguramente influyó su condición de debutante en la noche porteña, pero está claro que la sensibilidad a flor de piel es parte constitutiva no sólo de sus hermosas canciones sino también de sus recitales; pequeñas celebraciones en clave negra de las vibraciones que mueven al mundo. Había que verlo balancear su cabeza apuntando al cielo y a pura sonrisa franca cada vez que nos plegábamos a sus propuestas de canto colectivo; primero tímidos, luego totalmente gustosos de volver a jugar con las escalas de notas como cuando éramos niños. "¿A ver? Esa me gustó", animaba Wonder –casi un Buda negro en su túnica de seda verde y motivos fluorescentes– mientras de este lado cantábamos y bailábamos como cuando las inhibiciones no nos modelaban la conducta. ¿Superstición? Mejor: hechizo. Y el efecto sigue.


(columna original en Tiempo Argentino)

5.11.13

Entre la que escupe pus y el que no se anima a decirte las cosas en la cara, tengo el cartón lleno de gente floja de alma y podrida del corazón

2.11.13

san antolín

Gracias Antolo
San Antolín
santo patrono de los
calmabebés;
detienerayos
sobre la palma de un
susurro;
convierteberrinches
en sonrisas
serenas.

En vos,
confiamos.


27.10.13

lou reed

Cara de mono, temple de
cascarrabias,
héroe de lo no
aceptado
exégeta del canto
huraño
y la distorsión.
De tus reveses, otros
sacaron aclamaciones.
Imposible rebelarnos
sin vos, querido
Lou.
Gracias por enseñarnos
el camino
de lo anormal.

17.10.13

Los llantos de bebé ya no
suenan
como antes;
los escucho en el
tren, la calle,
el pulmón de
manzana
y me alarman
me desespero
los quiero ir
a socorrer.

12.10.13

¿Sabés cuándo
te das cuenta
de que alguien
es careta?

Cuando cree
que quien le paga
el sueldo
le da derechos
que en la calle
y cara a cara
no tiene.

25.9.13

40 años

Luchó contra las dictaduras y la burocracia sindical. Murió pobre. Asesinado por la espalda. Por leal a Perón. Sus bases lo amaban.


13.9.13

la previa bruce

11.9.13

Las dos frases que más me dijeron el último tiempo: "¿Salvador? ¡Qué lindo nombre!" y "¿Viste que viene Bruce? Me acordé de vos apenas me enteré"

20.8.13

si suena a literatura, lo reescribo


Se nos murió Elmore Leonard

Master dialoguista, viejito joven, best seller sabio, careta's killer.

Por suerte nos quedan tus millones de libros

Gracias, capo.

1.8.13

fiebre de sebadoh por la tarde

8.7.13

La próxima vez que me pregunten qué es rock voy a decir: todo eso que se opone a cantar "bien", tocar "bien" y hacer letras "buenas"

28.5.13

El último Otoño Antropoético del año tendrá a varias luminarias del poetismo de rock y a mí, en las bandejas. Dense una vuelta si andan por ahí. Y sino, también che, que está muy bueno. Los espero


24.5.13

mail de mi viejo

Hola Juanma, como sé por haberlo observado, que tenés un particular interés por el Uruguay, su música y su cultura, quería presentarte un cantautor uruguayo, rubro folklórico, llamado Ricardo Fernández Mas, que tiene bastantes videos en YouTube, y que explorando un poco más su trayectoria en la web (tiene algunos blogs), aprendemos que es un "nacionalista popular" uruguayo, además de maestro de escuela, etc. Para mí, que conozco poco de Uruguay, es una novedad este personaje, porque me parecería hasta ahora que la actualidad uruguaya, política y cultural, la mayoría de las veces en forma muy moderada (cosa está última que para mí no esta mal por cierto), fluctuaba casi siempre entre el liberalismo de centroizquierda y el liberalismo de centroderecha, siempre mirándose el ombligo. Con bastantes excepciones, por cierto, como Galeano, Zitarrosa, Jaime Ross, y algunos más. Pensé que el populismo que supo estar en el corazón de los "blancos" en el siglo xix, había evolucionado (o involucionado) hacia el liberalismo de centroderecha en forma irremediable, y ya. "Vuelvo a repetir" (al uso de Román Riquelme) que no conozco mucho de Uruguay, así que para mí este cantautor es un interesante descubrimiento. Yo se que siempre estás muy ocupado, pero cuando tengas tiempo, no dejes de curiosear un poco sobre este personaje. Saludos, tu Papá

16.5.13

peronismo para compañeros

"Nuestra contribución sirvió de palanca transformadora de esta gestión", Juan Carlos Schmidt

"Los conspiradores no están en el Movimiento Obrero organizado", Juan Carlos Schmidt

"Hubo giros conservadores en este gobierno", Juan Carlos Schmidt

"Si hay una diferencia entre el relato y la realidad hay que buscar profundamente las causas de esa situación", Juan Carlos Schmidt

"No se entiende porque hay un ataque con el Movimiento Sindical que contribuyó al 54%", Facundo Moyano

"La presidenta corre al movimiento obrero de la discusión política", Facundo Moyano

"Si se quiere dividir a quien apuntala a un proyecto nacional es porque se ha cambiado el rumbo", Facundo Moyano

"Los que pusimos el pellejo en la 125 fuimos los trabajadores no la UIA", Omar Plaini

"Cómo es posible que nos hayan cortado el diálogo y se quiera construir la nueva burguesía nacional con los que en los 80 apostaron a la timba", Omar Plaini

"No nos vengan a correr con la patrulla ideológica a nosotros", Omar Plaini

"No nos vamos del Peronismo, les damos el sello y nos quedamos con los principios", Omar Plaini

"Deben surgir de las entrañas del movimiento obrero los acuerdos buscando la unidad nacional", Hugo Moyano

"No somos el peronismo disidente somos el peronismo que le falta al país", Hugo Moyano

"Los trabajadores fueron peronistas antes de Perón", Hugo Moyano

"Nos pueden arrebatar el PJ, pero el Peronismo que llevamos en el corazón jamás", Hugo Moyano

BONUS:

"Colorado botón, Colorado botón. Sos amigo de Macri la puta madre que te parió", la JS a De Narváez


(Acto de la CGT Azopardo en el Luna Park el pasado 7 de mayo. Fuente: Agencia Paco Urondo)

2.5.13

En Inadi World odian a
Francella
cantamos María Elena
Walsh
nos alfabetizan con
Malfalda
y siempre salen
campeón
los equipos de Miguel Ángel
Cappa.

14.4.13

En la crítica de rock, siempre voy a preferir la que apela a lo sensorial y al linaje cultural que aquella que jerarquiza bueno/malo según criterios endogámicos

6.4.13

¡cómo me gustaría ser grone, gary clarck!

21.3.13

mail de un amigo

Juan,

Quiero hacer un ensayo para mostrar cómo el progresismo y una parte del kirchnerismo es izquierda caviar,  no entiende el sentir popular, no entiende la Iglesia, no entiende lo que es tener un Papa, no entiende a Maradona, no entiende Guardia de hierro, no entiende Cromañón, no entiende, en general, un carajo. Pero sobre todo no entiende la fe y el liderazgo, que es lo que mueve al peronismo, lo que impulsó el 17 de octubre, lo que impulsó a los caudillos a pelear por el respeto a su tierra. Me fui a la mierda. Pero la elección del papa argentino sacó a relucir muchos prejuicios y cortedad de miras, ¿no?

Un abrazo, JT

13.3.13

mail de Gorondi

Juan Manuel,

¡Cuántas emociones me causó tu nota!

Desde el asombro de que te acordaras de tantos detalles de cosas que pasaron hace casi 20 años, hasta la increíble alegría de sentir que el discípulo ha largamente superado al maestro, si se me permite usar esa expresión, por más que con vos siempre he sentido más amistad y afinidad por un sano tipo de fanatismo musical que cualquier otra cosa.

También me dió una carga emotiva muy grande leer tus palabras, porque hace muchos meses, por no decir varios años, que vengo queriendo hacer mi propio blog musical. Ya tiene nombre y carátula y un sitio reservado en internet, pero todavía no he podido superar la enorme barrera anímica/intelectual que significaría empezar a escribir nuevamente de cosas que hace tantos años eran tan naturales para mí, pero que hoy ya parecen pertenecerles a un yo que está dentro mío pero tapado por demasidos años y por demasiadas experiencias de periodista profesional que poco tienen que ver con las cosas que realmente me emocionan, me inspiran y me importan....

Te copio acá un breve texto mío de alguna Libélula que anda dando vueltas por los estantes de me depto en Budapest y que encontré hace un tiempo y mandé a Esteban como especie de homenaje.

Por prejuicios, por ignorancia, por obra, pensamiento u omisión, por tenerlos cerca diariamente, por haber concurrido al peor recital que hicieron en toda su carrera (según lo confesaran ellos mismos), por no creer jamás que un Esteban o un Santiago Rial podría llegar a tocar la guitarra mejor que mi vecina y sus 7 años de estudios en la Biblioteca Popular, por meterlos en la misma bolsa que tantas otras bandas de la escena alternativa porteña, por crueldad, por envidia, por pensar demasiado, por no escuchar atentamente, por querer encasillarlos dentro de una pequeña cajita para poder ponerlos al lado de todos los otros discos, cassettes y compacts que tengo, por dejarme llevar por algunas letras absurdas, por ser un prolongador más del mito estebanrialesco de "A mí no me quiere nadie, a mí todos me odian" y, a veces, realmente no quererlo lo suficiente, por pensar que lo mejor que tienen es su nombre, por estar constantemente buscando sus influencias, por esto y por muchas otras razones demasiado íntimas y triviales que no vienen al caso, por todo esto recién el otro día, el 29 de mayo de 1994, me di cuenta de que Perdedores Pop es un grupo simpático, interesante, desprolijo pero voluntarioso y, sobre todas las cosas, merecedor de una verdadera oportunidad. Algún día, seguramente tendré el sincero placer de decir: "Ellos también pudieron hacerlo."

5.3.13


Diosito nos dejó sin el único imprescindible
irremplazable.

Saludos al Pocho, Comandante.

28.2.13

Gerardo Romano
pecho al frente
lentes negros
jopo viril
sonrisa de coté
pispea
pícaro
turgente culo
porteño
eso sí que es
Argentina.

20.2.13

mi historia con Perdedores Pop

La primera vez que vi a Perdedores Pop fue en el '95. Y no entendí nada. Tenía 18 años, recién estaba terminando el secundario, y me había llevado a verlos Pablo Gorondi, un periodista de rock que había conocido un par de años antes, a la salida de un show de León Gieco, en el Opera, durante una de esas típicas charlas post recital (en este caso a bordo de un 59), en la que yo había demostrado una habilidad inusual para recitar de memoria y ante un grupo de desconocidos cincuentones (yo tenía 15 años) la discografía completa de David Lebón (una destreza que claramente hoy ya no tengo). Gorondi dice que me miró asombrado y que me contó que tenía todos esos discos de rock nacional y que podía ir a escucharlos a su casa. Yo le dije que sí, por supuesto que sí. Y ahí fui un día, a Vicente López, donde vivía, en el chalecito de sus padres, y dos habitaciones literalmente repletas de discos, vinilos, libros de música (en castellano y en inglés) de todo lo que uno se pudiera imaginar relacionado con el rock y especialmente con el rock nacional. Pablo Gorondi tendría en ese momento 23 o 24 años, estaba terminando Comunicación en el Salvador y ya laburaba (o estaba por laburar) en el Herald y La Nación, también con Gustavo Luteral en el cable, y en un programa under de radio con Bebe Contepomi, además de ser amigo de los hermanos Esteban y Santi Rial (el núcleo duro de Perdedores Pop), a quienes conocía de la facultad y editaban juntos La Libélula, el hoy mítico fanzine universitario de cultura rock donde vi escrita por primera vez la palabra Pavement y hablaban no sé qué cosa del lo-fi. Pero eso fue bastante después. En el '93, el año de mi encuentro Gorondi (que hoy está felizmente casado, tiene tres hijas y vive en Hungría, donde labura para la agencia AP, aunque sigue igual de fanático del rock argentino), yo todavía estaba sumergido en el relato oficial del rock nacional, sus próceres y sus proezas, y, como comentaba más arriba, me sabía de memoria prácticamente cualquier discografía de las bandas y figuras fundadoras tipo Lebón. Recuerdo visitar a Gorondi cada tanto y palpar de cerca ese primer impulso de querer ser periodista de rock. Él me alentaba aunque ya me prevenía de cosas que luego conocería más de cerca: la arbitrariedad y el verticalismo en las redacciones, la siempre latente inestabilidad laboral, cierta pérdida generalizada del amor por el oficio. Los 90 y la flexibilización (aunque no al punto de inhabilitar el estatuto) también se hacía sentir en el periodismo. Recuerdo que una vez era sábado y vimos juntos el amistoso que la Argentina de Basile le ganó a Alemania con golazo a kilómetros de distancia de Hernán Díaz, mi ídolo de segunda mano en River. Lo gritamos con locura. Otra vez fuimos juntos a ver a Celeste Carballo y también a Pedro Aznar. La amaba a Celeste Carballo. La sigo amando. Para el '95, sin embargo, algunas cosas habían cambiado. Acorde a mis ganas ya más adolescentes y generacionales de vivir mi presente y mi historia (y no sólo el pasado) es que ya me habían empezado a copar las bandas que le hablaban a mi generación o, mejor dicho, a los hermanos menores de esa generación que había empezado a hacerse escuchar. O sea: Los Piojos, Peligrosos Gorriones, Caballeros de la Quema, El Otro yo, el Trance Zomba de Babasónicos, el Espiritango de Los Visitantes, el Un poco de lío de Superuva y hasta los recitales veraniegos de Aguante Baretta (!). En ese contexto fue que Gorondi me llevó a ver una noche de fines del '95 a Perdedores Pop, una banda de la que no había oído hablar nunca (y tiene sentido: no había blogs y la única data under o "alternativa" llegaba a través del Sí, el NO o las inconseguibles revista subte tipo Revolver, que inevitablemente descubrías tarde), pero que pertenecía a sus "amigos de la facultad" y que entonces había que ir a ver. Recuerdo que el show fue en Capital, una especie de sala o sótano moderadamente bien arreglada y con cierta convocatoria. Y que, como contaba, no entendí nada. A la salida Gorondi me preguntó: "¿Y? ¿te gustó?". A lo que respondí: "No sé. No entendí mucho lo que pasaba detrás de esas guitarras". Y no era que las guitarras habían estado muy fuertes. Es que eran así. Estaba confundido. Confundido e insatisfecho. Era evidente que si bien escuchaba muchas de las bandas más contemporáneas o del "nuevo rock argentino", aun no estaba preparado para Perdedores Pop; tenía atada mi cabeza a estructuras aun más viejas, normalismos todavía muy presentes en muchas de esas bandas (incluso las más osadas), que el grupo de los hermanos Rial (y de Charly Piesco, Mariela Bruzzone y Marcos Fontana como invitado especial) no respetaba ni tenía pensado respetar. Y que dificultaban poderosamente mi capacidad de disfrutarlos y apreciarlos. Porque para mí --y para mí experiencia hasta ese momento--, los Perdedores Pop eran los primeros que:

1) cantaban como hablaban: si había que desafinar, se desafinaba
2) escribían sobre cosas cotidianas, casi banales, para nada "poéticas" o "especiales"
3) tocaban la guitarra con cierto desgano pero sin amargura, con dejadez rockera y mucha onda
4) mantenían ritmos simples, repetitivos y machacantes, pero para nada aburridos (¡como Velvet Underground y Galaxie 500!)
5) ironizaban sobre su propia condición de rockeros autoexiliados de la elite, se tomaban el exitismo con humor (¡Pavement!)
6) no perseguían la calidad ni la originalidad, pero sí ser personales
7) te daban la sensación de que vos también podías hacer esa canción, que cualquiera la podía hacer, aunque --pequeño detalle-- ya la habían hecho ellos
8) no buscaban estar a la vanguardia ni mucho menos, pero a su modo lo estaban.

Y el tiempo les dio la razón. Mi cabecita adolescente podía estar preparada para los pastiches transgresores de Babasónicos o Los Brujos (y por suerte y felizmente para mí, también para el rocandombe de Los Piojos, aunque esa es otra historia) pero no todavía para Perdedores Pop, y supongo que muchísimos que tuvieron contacto con la banda en aquel momento les habrá pasado lo mismo. Creo que recién empecé a entender a los Perdedores (y a valorarlos) en el '98 o '99, cuando de la mano de Grabaciones íntimas, aquel primer compilado de Indice Virgen (lleno de temas que "desafinaban") me empecé a enganchar con esa manera artesanal y cero sofisticada de hacer música. Fue un disco muy fértil ese compilado de Indice Virgen y en un porcentaje importante inspiró nuestro posterior Compipulenta. Por el mismo tiempo --fines de los noventa-- descubrí al indie americano, claro, y al toque a Voltura, que me alegró los días con ese yolatenguismo fresco y de primerísima mano que cortaba un poco y por suerte con tanta asfixia Radiohead reinante. Pero eso, otra vez, es otra historia. Porque aquella noche, cuando los vi por primera vez y no entendí nada, todavía faltaba mucho para eso. Pero no para la despedida de Gorondi, que largaba todo para seguir su vida en Hungría, y nos invitaba a su casa de Vicente López; a darle un último adiós como corresponde. Yo me sentí como el chiquilín del tango a quien los grandes dejan que participe de la mesa en el bar y de sus convicciones y teorías. Recuerdo una conversación sobre Futbol de Primera donde yo comenté que no me bancaba a Marcelo Araujo y que Esteban y Santiago se miraron y comentaron algo así como: "Mirá qué piola el amiguito de Gorondi". También que en un momento con Santi estábamos revisando la inabarcable colección de cds de Gorondi y que cuando encontró Manos Vacías de los Caballeros de la Quema y supo de mi gusto por ellos, me dijo, cortante: "La verdad, no estoy muy interesado". Hacía poco habían tocado Los Visitantes en el Roxy y eso sí lo emocionaba. "Acabamos de asistir al fin de la mejor etapa de Los Visitantes", decía con cierto dramatismo a raíz del regreso de Alejandro Varela a las guitarras y la consiguiente partida de Marcelo Montolivo. El debate era: ¿cuál Visitantes había sido mejor? ¿El de Montolivo circa Espiritango? ¿o el de Varela circa Salud Universal y lo que viniera después? Todos estaban de acuerdo con que la etapa de Montolivo. Y yo obviamente me sumé sin vacilación a la opinión de los mayores. La noche continuó en esos términos y creo que surgió la propuesta de seguir la despedida en otro lado (auto, cervezas destapadas y avenida Maipú mediante) aunque yo regresé a casa de mis padres (hoy seguramente que diría lo contrario). No volví a ver a los Rial hasta años más tarde, cuando empecé a encontrarme seguido con Esteban en el Podestá de Soler y otros recitales; él ya tocando como el Joven Low-fi (y luego como Esteban R Esteban) y yo, por suerte, más crecido y algo, un poco, más curtido. Para mi sorpresa se acordaba de mí y solíamos hablar de Gorondi ("¿te escribió? yo ya cumplí con mi parte", me decía, a propósito de las cartas, no mails, que se mandaban) y de música, claro. Siempre fue un placer charlar con Esteban. Con Santi, en cambio, retomé contacto bastante después, en alguna reunión del Suple NO de Pagina 12, cuando yo arranqué con mis primeras notas (y me aireaba de El Cronista Comercial, donde era redactor fijo) allá por el 2005, y él ya había emprendido una momentánea retirada del periodismo para dedicarse a DChampions y distintas changas con las que bancaba su decisión. Santi, a diferencia de Esteban, no me registraba para nada. Pero yo a él sí, porque admiraba sus notas y principalmente su mirada particular ("alucinada", la definía yo) que le permitía detectar el talento allí donde el periodismo refinado, tal vez por algunas taras, llegaba más bien tarde (ejemplos: sus elogios pioneros a Ricky Flema y a Pity Álvarez cuando todavía estaba en Viejas Locas; su ponderación de Honestidad Brutal apenas salió; etcétera). Por suerte, con el correr de los años, del periodismo (alguna nota mía que valoró) y del Festipulenta (donde lo vi brillar cada vez que tocaba con DChampions), nuestra relación se acrecentó bastante más y pudimos vivir desde alegrías, charlas libres y alguna que otra discusión pasajera hasta momentos muy copados como la última vez que nos vimos, cuando ya retirándose de mi casa en Constitución --donde había venido a buscar unos flyers para el Festipulenta, el festival donde finalmente van a debutar con los Perdedores tras casi 20 años de ausencia y luego de que toda una nueva camada de bandas como El Mató, 107 Faunos, Los Reyes del Falsete y otras se cansaran de nombrarlas como una influencia clave--, me dijo: "¿Sabés que me acuerdo de aquella fecha de Perdedores que Gorondi vino con un pibito? ¡Eras vos!". Así es, Santi, era yo.


12.2.13

110% a favor de los feriados por carnaval, las murgas, los corsos, las comparsas, las calles cortadas, el bochinche en la ventana, el golpe de los bombos que no te dejan dormir, el quilombo.

2.2.13

“De casi imposibles está hecho el rock”, digo en una entrevista que me hicieron en la Revista Paco, la sensación de verano, a propósito del Festipulenta que dentro de poco llega a su 16ª edición. Quién lo hubiera dicho. Gracias por la nota.

29.1.13

Highway Patrolman. O el tema que juntó a Bruce, Sean y Viggo, y casi los vuelve amigos

Resulta que para esa época, principios de los ochenta, Sean Penn ya era un joven talento, aunque obviamente desconocido, que se llevaba el mundo por delante con esa prepotencia algo entradora de no dar marcha atrás ni aun cuando todo le indicaba lo contrario. Estaba convencido en ser actor pero, al mismo tiempo, una porción importante de ese mundo le parecía hipócrita y le generaba desconfianza. Y la fama repentina que consiguió con Fast Times at Ridgmont High (un clásico de las pelis de highschool) y su personaje de Jeff Spicoli (un estudiante vago y fumón que se la pasaba repitiendo la palabra 'dude' y contagió el latiguillo a 3/4 de la nación adolescente estadounidense), no ayudaba a diluir esa desconfianza. Evidentemente, no era eso lo que buscaba para su carrera. Por suerte, para la misma época conoció a una chica llamada Pam que resultó ser… la hermana de Bruce Springsteen. Se pusieron de novios y un día reciben el llamado de Bruce que la consulta a Pam por un asunto particular: un disco raro, acústico, registrado enteramente en su casa, en una portaestudio, que no tenía nada que ver con todo lo que venía haciendo hasta entonces. Al parecer, Bruce estaba un poco cansado de la parafernalia que había vivido últimamente (y eso que todavia no habia grabado Born in the USA) y, casi sin darse cuenta, había terminado grabando unos temas sobre estos personajes oscuros, perdedores y del bajo mundo, que no podía registrar de otra manera que no fuera artesanal y precaria. Apenas una guitarra, una armónica y una voz: Nebraska. Pero como era un cambio muy drástico en su carrera, y Bruce, como todo tipo criado en un ambiente común, de valores comunes, tenía cierto miedo al rechazo de la industria (no por comercial sino por sencillo sentido de la ubicación), la llamó a su hermana Pam y le hizo escuchar por teléfono algunos de los temas. No recuerdo si después le mandó también un casette o la escucha fue solo por teléfono. Pero sí que en un momento Pam le hizo escuchar los temas a su novio, Sean, y que él se copó puntualmente con un tema, "Highway Patrolman", sobre la historia de dos hermanos, uno ex combatiente de Vietnam y luego policía, y el otro chorro sin más, que sin embargo se sentían muy unidos. La letra del tema cuenta un poco el conflicto del policía respecto a su hermano a quien quiere con todo el alma pero se ve obligado a perseguir e incluso --tal vez-- quitarle la vida. Todo eso y mucho más cuenta la canción (porque el Boss es un gran letrista, lo sabemos) y Sean Penn le dijo a Bruce que algún día filmaría una película con esa canción en particular. Y con él mismo como director. Su primera película. Una temeridad, si se tenía en cuenta que en ese momento, Sean Penn, apenas podía soñar con ser Jeff Spicoli, quizás lograr un papel más serio, y no mucho más. Bruce contó tiempo después que lo escuchó atentamente y que lo tomó como un elogio copado del novio de su hermana, pero no mucho más. Al poco tiempo, obviamente, olvidó el asunto. Hasta diez que años después, en 1991, cuando Sean Penn —que ya era noticia habituarl por ser es ese patotero idealista que metían en la cárcel cada dos por tres por pelearse con los paparazzi y tirar por la borda su fama “de mejor actor de su generación”— estrenó The Indian Runner, su ópera prima sobre dos hermanos que se aman pero están condenados a matarse (dato de color: el chorro es un jovencísimo Vigo Mortensen), y se acordó inmediatamente. Recordó aquella promesa. Y, supongo, se congratuló por haberle motivado a Sean Penn semejante historia. La película le fue bastante bien, tuvo muy buenas críticas y hasta hoy sigue siendo considerada por muchos críticos como el mejor film de Sean Penn como director. En tanto Highway Patrolman, el tema, hoy es una perlita en los shows de Bruce, esa canción que celebran los fanáticos y que Bruce cada tanto desempolva para recordar ese momento único en que la desilusión colectiva post Carter se le hizo carne en mix con su propia melancolía por la fama no hace mucho adquirida.




(originalmente posteado en las DSessions de mis amigos, los Freelancers)

24.1.13

los que cabalgan (2013)

Cuando alguien olvida
la zanja
también olvida la sangre
que perdió;
el desobediente,
el que vio que era
injusto
volver a esperar.

La paciencia que agotó
Chacho Peñaloza.
La sangre en el ojo
que afloró en López
Jordán.

Tengo una teoría:
si en la escuela
te enseñaran más
la vida de los caudillos,
los pibes
ya no se coparían
tanto
con los ídolos de rock.

O sí.

Se coparían.

Pero los relacionarían más
con outlaw Pete
o Johnny Cash.

Y ya se sabe que los que
cabalgan
se sienten capaces
de todo.

13.1.13

Qué pena
tener
un editorialista gurú
a quien muchos escuchan
como si fuera Rasputín
de a puntas de pie
en la habitación de los enfermos
para dar
siempre
la dósis maligna

11.1.13

-Che, ¿sabés que tengo una remera de Dylan que bastante gente me pregunta si sos vos?

-¿Sí? A mí me pasa lo mismo.

-Jajajajaja.

-En serio, boludo. También me han confundido con Ignacio Copani.

-Mirá. Esa no la tenía. ¿Y con Astrada?

-Con Leonardo Astrada también. Somos muchos los Darín que andamos dando vueltas por ahí


1.1.13

Me habló como si fuéramos amigos. Primero de la película, que no está mal, pero tampoco es el wow que todos siempre esperamos de él. No importa: él siempre está a la altura cuando se trata de actuar. Luego charlamos. De la lo que es actuar, claro, pero también de lo que es sufrir la injusticia, de chiquito, cuando sos nadie e igual te vulnera que "los cancheros" ejerzan la violencia sin mirar a quien. Darín me contó que de pendejo era un tipo flaquito, totalmente golpeable, pero con mucho rechazo a la injusticia. Y a mi me pasaba lo mismo. Cuando estaba en la primaria, relató, había dos grupos: los que se la creían y golpeaban a todo el mundo; y los que no, los que la sufrían. Darín, sin ser un "loser", se unían --como yo, en parte, cuando estaba en la primaria-- a los boludos. No era un tonto, pero prefería estar con ellos a ser "un líder". Y un día, uno de los capos, de los capangas, lo fue a buscar. "¿Quién te creés que sos?", lo espetó, en la plaza céntrica de Paraguay y Libertad, una tarde que ya había vencido una gran fantasía suya: la de un tío experto en karate que le había enseñado unos tomas que lo hacían invencible para todo el colegio (y el mundo) si era necesario. "¿De verdad sos tan grosso?", lo desafiaron aquella vez. Y Darín nos hizo el acting --al fotógrafo y a mí-- ahí mismo, en la Mansión del Four Seasons Hotel. Se recostó sobre las barandas de la escaleras y me graficó tal cual la escena de la amenaza: el pibe éste que siempre lo había amenazado, ya no creyendo absolutamente nada su deidad, y él totalmente entregado, a merced de lo que llegara a venir. ¿Qué le quedaba hacer? Nada, salvo recibir la piña. O, tal vez, reaccionar como la fantasía pedía que reaccionara: como un ninja sacado que saltase ante el golpe y generara, sin preverlo, el miedo absoluto de su rival. Tanto, que el bruto se fuese corriendo y Darín lo empezara a perseguir con la esperanza secreta de no poderlo alcanzar. Mostrar, al fin de cuentas, que todo sigue como es. "Fue en esa época que empecé a desarrollar mi capacidad de mentir", nos contó palabras más, palabras menos. "Años más tarde me lo encontré de casualidad en la calle y me preguntó: '¿era de verdad que eras experto en karate? ¿o era todo chamuyo?'". Hizo una pausa. Sus ojos celestes brillaban como piedras preciosas recién encontradas. "¿Y? ¿Era verdad o no era verdad?", le preguntamos, sin poder aguantarnos el suspenso. Darín echó una carcajada y cerró la historia. Nos había vuelto a encantar sin necesidad de una pantalla.