23.3.12

mi 24 de marzo

Nací en el '77. En Seúl, Korea. Mi viejo era un diplomático de carrera mandado al lejano oriente para su primer destino y nos tocó vivir casi toda la Dictadura allá, entre la nieve, las clases de taekwondo y los cables cifrados de la Cancillería. De hecho se enteró por esa vía de la posible guerra contra Chile (lo cual lo llevó a mantener una incómodo momento con su colega de la embajada chilena con quien se había hecho amigo) y del paro general de la CGT de Saúl Ubaldini, que a posteriori marcó el principio del fin de los Videla, Viola y cía (porque no fue el hundimiento del Belgrano lo que terminó con la Dictadura, Betty, fue la reacción organizada de los trabajadores, como casi siempre). En total fueron cinco años, aunque regresamos de Korea poco antes de la Guerra de Malvinas y el retorno de la Democracia. Para mí, en aquellos años, la Dictadura era un pasado oscuro, "malo", del que nadie me hablaba con precisión aunque sí con decidido enojo. Casi como un cuento de hadas a la inversa: "había una vez uno señores muy malos que se apoderaron de un país y mataron muchas personas" y bla bla bla. También, poco después, La historia oficial y La Noche de los lápices. O canciones como "Rasguña las piedras", que en la mitología escolar infantil versaba sobre un pibe a quien los militares le habían enterrado viva su novia. En aquel tiempo, solía asociarla con el Nunca más, ya un eslógan, y el tono indignado de Magdalena o Sábato, que me ahorraban cualquier contradicción en el relato. Recién en los '90, de adolescente, me interioricé un poco más y comprendí que si bien había habido un sólo demonio (el Gobierno Militar, por los crímenes estatales), la sociedad en su conjunto --y en especial, la clase media-- había tenido su cuota importante de responsabilidad. Por apoyar el golpe contra Isabel. Por viajar a Miami con la plata dulce. Por festejar que por fin éramos derechos y humanos. Y por haber impedido que durante demasiados años el peronismo y Perón fueran una opción. Una responsabilidad de la que tampoco se salvó la juventud maravillosa de entonces que hizo caso omiso al deseo mayoritario (62% de los votos para Perón y su Pacto Social con Gelbard y Rucci en el '73) y se lanzó a una lucha armada sin clamor ni respaldo popular. Hoy, entonces, el 24 de marzo, para mí, es todo eso: un cuento infantil, un aprendizaje personal, una mirada todavía incompleta y un mea culpa colectivo que ojalá, algún día, empecemos a asumir.


(texto que escribí el año pasado a partir de una iniciativa de mis amigos de Militancia Kreativa)

2 comentarios:

Yael dijo...

Una perspectiva distinta!!!
Bien , gran blog che!!!
Abrazo..!



revueltaylibertad.blogspot.com.ar

Bwana dijo...

Se ve que no viviste "los gloriosos '70" con los muertos, los secuestros, la CGT cagándose a tiros entre ellos, el viejo senil que deja al mamotreto de la mujer y al Brujo, Celestino Rodrigo, Vaca Narvaja, Firmenich, Gelbard, los Montoneros, Casildo Herrera, y cientos mas que prefiero olvidar.

Hasta que regresó Perón, Argentina era un país vivible.