1.1.13

Me habló como si fuéramos amigos. Primero de la película, que no está mal, pero tampoco es el wow que todos siempre esperamos de él. No importa: él siempre está a la altura cuando se trata de actuar. Luego charlamos. De la lo que es actuar, claro, pero también de lo que es sufrir la injusticia, de chiquito, cuando sos nadie e igual te vulnera que "los cancheros" ejerzan la violencia sin mirar a quien. Darín me contó que de pendejo era un tipo flaquito, totalmente golpeable, pero con mucho rechazo a la injusticia. Y a mi me pasaba lo mismo. Cuando estaba en la primaria, relató, había dos grupos: los que se la creían y golpeaban a todo el mundo; y los que no, los que la sufrían. Darín, sin ser un "loser", se unían --como yo, en parte, cuando estaba en la primaria-- a los boludos. No era un tonto, pero prefería estar con ellos a ser "un líder". Y un día, uno de los capos, de los capangas, lo fue a buscar. "¿Quién te creés que sos?", lo espetó, en la plaza céntrica de Paraguay y Libertad, una tarde que ya había vencido una gran fantasía suya: la de un tío experto en karate que le había enseñado unos tomas que lo hacían invencible para todo el colegio (y el mundo) si era necesario. "¿De verdad sos tan grosso?", lo desafiaron aquella vez. Y Darín nos hizo el acting --al fotógrafo y a mí-- ahí mismo, en la Mansión del Four Seasons Hotel. Se recostó sobre las barandas de la escaleras y me graficó tal cual la escena de la amenaza: el pibe éste que siempre lo había amenazado, ya no creyendo absolutamente nada su deidad, y él totalmente entregado, a merced de lo que llegara a venir. ¿Qué le quedaba hacer? Nada, salvo recibir la piña. O, tal vez, reaccionar como la fantasía pedía que reaccionara: como un ninja sacado que saltase ante el golpe y generara, sin preverlo, el miedo absoluto de su rival. Tanto, que el bruto se fuese corriendo y Darín lo empezara a perseguir con la esperanza secreta de no poderlo alcanzar. Mostrar, al fin de cuentas, que todo sigue como es. "Fue en esa época que empecé a desarrollar mi capacidad de mentir", nos contó palabras más, palabras menos. "Años más tarde me lo encontré de casualidad en la calle y me preguntó: '¿era de verdad que eras experto en karate? ¿o era todo chamuyo?'". Hizo una pausa. Sus ojos celestes brillaban como piedras preciosas recién encontradas. "¿Y? ¿Era verdad o no era verdad?", le preguntamos, sin poder aguantarnos el suspenso. Darín echó una carcajada y cerró la historia. Nos había vuelto a encantar sin necesidad de una pantalla.

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