9.2.12

fina ropa blanca

Hubo dos años, entre mi tercer y quinto año del secundario (del '93 al '95 digamos), que fui fan de Spinetta. Yo iba al San Román, el colegio donde cursaron tres de los cuatro Almendra (incluso iba al mismo turno tarde, división B, que él), y durante no poco tiempo la flasheé de continuador de su legado rockero con las poesías adolescentes que escribía sobre el reverso de los volantes de la calle, la remera blanca de Pescado Rabioso que me hice hacer cuando todavía no había visto ninguna, y mi perorata a favor del Flaco, heredada obviamente de los libros de rock argentino, especie de manuales de una segunda historia oficial. Recuerdo que una de mis rebeldías de aquel momento fue faltar a la cena de egresados que cada fin de año el colegio preparaba con los padres porque... tocaba Spinetta en el Ópera. Mis viejos me lo reprocharon con sus caras tristes, sus ganas de haber querido asistir a esa cena, pero no me dijeron nada. Y yo me sentí tontamente feliz. También, en acciones un poco más piolas, "entrevisté" algunos profesores que lo habían tenido como alumno y conocí la etapa estudiantil del Flaco. Lo mismo cuando me interné en la biblioteca del colegio y fotocopié las poesías adolescentes pero también surrealistas que publicaba para la revista del San Román (alguna vez haré una nota con ese material). Ese Spinetta me sigue conmoviendo. Su inocencia pionera para ser surrealista en un mundo todavía refractario para serlo. Y su personalidad. El lenguaje que sin duda enhebró casi desde su primera canción hasta ayer. Luego, no es que me pasé al otro bando (a veces me dieron ganas, lo reconozco) pero sí dejé de tener esa adoración que muchísimos tienen con sus letras, su voz, sus canciones. Spinetta siempre me pareció un tipo, antes que nada, sensible. Susceptible a la luz, digamos. Consecuente hasta el autismo de sus propios impulsos artísticos. Un irracionalista aficionado al inconciente, lo surreal, lo indecible y, a la vez, un lírico; capaz de una bella hilación de imágenes sensoriales, pero también de versos más abstractos y lejanos. Etéreos. Visto a la distancia es evidente que en aquellos años en que fui fan, justo el período en el que volvió al rock más crudo con Los Socios del Desierto (un trío que nunca me erizó la piel), estaba inevitablemente influenciado por aquel mandato que recibimos todos los que en algún momento nos acercamos al rock nacional. Eso de que Spinetta es el "poeta del rock". "El gran poeta del rock nacional". En mayúsculas y con caracter de bronce escolar. Un dictado que tiene raíces en una idea puramente lírica de la poesía y de las letras. Y que obviamente es falso. Hay infinidad de aspectos de la poesía que el Flaco no quería --ni tampoco evidentemente podía-- abordar. Pienso en lo cotidiano y lo banal como algo significativo. O en el lenguaje de barrio, la experiencia callejera, como potencialmente poético. Incluso en su propio terreno se me ocurren tipos --argentinos, claro, del mismo rock nacional que Spinetta-- que llegaron a lugares por ahí incluso más hermosos o por lo menos más cercanos que él. Pero está bien. No se puede todo. El problema, claro, son los guardianes de la historiografía rockera que sí creían que Spinetta podía todo. Y quisieron convencernos de eso despreciando a los que vinieron después. O a los que están presentes ahora y nos interpelan mejor. Y la prueba está en que aun hoy expresar una idea semejante suena perturbador y hereje. Esos, con el tiempo, me fueron cansando cada vez más. No así quienes simplemente se relacionan con su sensibilidad o se confiesan inermes a su voz. Los que ayer lloraron. A esos, los quiero. Los artistas de verdad siempre tienen parte de su público así. Y Spinetta, está claro, era un artista de verdad. De sus discos no puedo dejar de elegir los de Almendra, Pescado e Invisible (aunque no considero que hayan sido superiores a los de Vox Dei, Color humano o Nebbia en los 70). Y de lo solista me gustan Kamikaze, claro, pero también Fuego Gris, Estrilicia y temas sueltos como "La Montaña", "El enemigo", "Dedos de mimbre" o el que titula este post y es un hit olvidado. De esos que puse repeat y repeat y repeat aquellas tardes en que vivía en un departamento de la calle Mendoza y miraba a las palomas pelearse por el pan desde la ventana de un cuarto de servicio. Me quedo con su convicción y autenticidad. Con la adoración hasta la sutil mímesis que le profesa Juanse. Con su militancia por Ecos y una mejor educación vial que salve vidas. Y con el humor que cada vez que podía (o se permitía) destilaba en sus entrevistas. Bajo nubes en procura de una risa/ solo nubes, en procura de una brisa/ Llevándolas, solo llevándolas. Gracias, Flaco.

5 comentarios:

Julia dijo...

Qué lindo, Cumpa. Este es uno de mis temas favoritos. Y nada, solo comunión con todos y todas en la tristeza y en la gratitud hacia Luis.

carol dijo...

todo lo que conversamos en estos días y aun mas! lo leo y me estremece, la música, la vida, la poesía, el màs allá... y todo al mismo tiempo se entremezcla y no tiene limites, ni aqui ni allá, el flaco está!

Laurita farhi dijo...

Juan, qué lindo volver a leerte!

lowfirocker dijo...

Gracias Laura Cómo va todo? Dónde puedo leerte yo a vos? Besos!

Carlos Augusto Lindarte Castro dijo...

Exelente nota sobre el "Flaco". Sus canciones me acompañan día y noche, hora tras hora cada momento de mi existencia. Son de una profundidad y sensibilidad como en pocos cantantes y compositores de nuestra comtemporaneidad. Saludos desde Venezuela y mientras esta nota escribo escucho "Fina Ropa Blanca". Aquí habemos unos cuantos fans de uno de los mejores y más completos músicos de América Latina: Spinetta.

Saludos.