23.6.08

man in black 6 (jack 4)

Perder a Jack fue horrible. Fue espantoso en aquel momento y sigue siendo hoy un rincón enorme, frío y triste en mi alma. No se puede sortear el dolor de una pérdida. Podés escabullirte todo lo que quieras, pero tarde o temprano tenés que profundizar en eso, atravesarlo, y con suerte, salir del otro lado. El mundo que encontrás nunca es el mismo que dejaste.

Su funeral fue el domingo 21 de mayo de 1944. Y una de las cosas que más me deprimió fue tener seguir cortando algodón a la mañana siguiente y trabajando nuestras diez horas diarias como si nada hubiera pasado.

Vi como mi madre se desplomaba sobre las rodillas y dejaba caer la cabeza sobre su pecho. Papá se acercó y la tomó del brazo. Pero ella se soltó furiosa. "¡Me levantaré cuando Dios me levante!", dijo, aunque igual después tuvo que levantarse y ponerse a trabajar.

Tras la muerte de Jack sentí que también yo había muerto. Sencillamente, no me sentía vivo. Estaba terriblemente solo sin él. Y la cosa empeoró antes de mejorar.

Recuerdo ir en autobus al campamento estival aquel verano de 1944 y no parar de hablar de Jack hasta que un par de los otros chicos me callaron: "Ya sabemos que tu hermano murió y que lo querías mucho. Pero basta, ¿está bien?"

Capté el mensaje. Todos sabían cómo me sentía y cómo se sentía mi madre. No necesitaban que se los recordara.

Mi pena se alivió un poco cuando algunos de mis compañeros de clase se esforzaron por ser mis amigos.

Pero lo que realmente me puso en marcha fue, naturalmente, el sexo. A los quince años descubrí a las chicas. Hicieron un buen trabajo con mi soledad. Cuando las hormonas empezaron a moverse lo mismo hice yo.

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