14.6.08

ser padre es otra cosa

Ella era pequeña y pelirroja. A veces te decía que sí. No importa que estuviéramos lejos. Lo importante era dejarse llevar. ¿Valió la pena? No sé. Hoy un escritor de westerns litoraleños me llamó para pedirme disculpas porque su nene se enfermó y no pudo pasar a dejarme su otra novela. Le dije que estaba todo bien, que no importaba. "Bueno, pero juntémonos a tomar una birra, aunque sea". Le dije que sí, que encantado. "Joya", me dijo y cortó. Tenemos amigos y un ídolo yanqui en común. Y eso pesa.

Cuando discuto con mi viejo quedo mal. Es un tipo noble mi viejo. Aunque no siempre tiene razón. Una vez discutimos por algo que había pasado y que a él no le había parecido grave. No digo que haya que levantar la perdiz por cualquier cosa. Pero es duro cuando todo se desbarranca y tu viejo está ahí pero no hace nada. "Pará, no podés decirle todo eso. Pará!", me dijo mi vieja cuando reaccioné y se lo reproché con una bronca que no sabía que tenía. "Lo que le dijiste le dolió -me avisó una semana después-. Se quedó en la pieza y no creo que hoy venga a comer".

Fui y le pedí disculpas. Casi que ni me dejó hablar. Se levantó de un tirón y me abrazó. Como tratando de minimizar el hecho. No porque no valorara mi gesto. Sino porque no quería hacer de ese momento un drama.

Otra enseñanza.

Hoy cuando me acordé de eso y del escritor del conurbano que escucha al Jefe y cuida a su nene, pensé: "Los padres piensan distinto. Ser padre es otra cosa".

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